BASÍLICA DE SANTA CRUZ

La Basílica de la Santa Croce, o el Panteón florentino, es el hogar de grandes genios. Miguel Ángel, Galileo, Alfieri, Maquiavelo y Rossini están enterrados aquí. Este importante ejemplo de arte gótico está decorado con frescos de Giotto (en la Capilla Bardi, cerrada por renovación hasta 2025) y los de sus sucesores. Las esculturas renacentistas atribuidas a Donatello, Rossellino y Desiderio hacen que el ambiente sea único. Hoy en día sigue siendo la mayor iglesia franciscana del mundo. Fue financiada por la República Florentina y sus súbditos y su construcción comenzó en 1294 según el diseño de Arnolfo di Cambio, basándose en los cimientos de una iglesia anterior que data de 1252, construida tras la muerte de San Francisco fuera de las murallas de la ciudad. Los restos del antiguo edificio no se localizaron hasta 1966, cuando, tras las inundaciones que asolaron la ciudad, se derrumbó parte del suelo de la actual iglesia.

Desde el principio, la historia de Santa Croce ha estado íntimamente ligada a la historia de Florencia. En los siete siglos transcurridos desde su fundación, se ha remodelado constantemente, adquiriendo nuevas connotaciones simbólicas a medida que avanzaba. Los cambios fueron legión: de su naturaleza primaria como iglesia franciscana a su papel como municipio religioso para las grandes familias y corporaciones de la Florencia de los Médicis, de taller artístico humanista y luego renacentista a centro teológico, de panteón a lugar de referencia en el siglo XIX para la historia política de la Italia anterior y posterior a la unidad.

Panteón de los genios florentinos, Santa Croce es también un prestigioso símbolo de la ciudad. La basílica fue un lugar de encuentro privilegiado para artistas, teólogos, clérigos, hombres de letras y políticos, así como para todas las familias poderosas de la ciudad; desempeñó un papel especial en la creación de la identidad de la Florencia bajomedieval y renacentista. Su convento ofreció hospitalidad a personajes famosos: San Antonio de Padua, San Bernardino de Siena y San Luis de Anjou, obispo de Toulouse. Con su imponente arquitectura gótica, sus impresionantes frescos, sus retablos, sus preciosas vidrieras y sus numerosas esculturas, la basílica es un representante inalterable de la historia del arte florentino desde el siglo XIII.

En el museo, , se puede admirar la Crucifixión de Cimabue, obras de Donatello y Taddeo Gaddi, y un fresco de Orcagna que representa el Triunfo de la Muerte.