TEATRO ALLA SCALA
Este legendario teatro, en el que han actuado los más grandes intérpretes, atrae a melómanos de todo el mundo desde 1778
Este mítico teatro, donde han actuado los más grandes nombres de la historia de la ópera, es uno de los mejores teatros de ópera del mundo. El lanzamiento de su temporada de ópera cada año, el 7 de diciembre, es uno de los acontecimientos más importantes de la escena cultural milanesa y uno de los eventos más esperados del año.
Desde su inauguración en 1778, la Scala ha impulsado a Milán a la vanguardia de la cultura europea. Su extraño nombre deriva de la iglesia de Santa Maria alla Scala, sobre cuyos cimientos se levanta el edificio, compuesto por el vasto escenario, el parterre y la maquinaria de vanguardia. Se construyó cuando, en 1776, el teatro ducal del Palacio Real fue destruido por un incendio. La aristocracia milanesa ofreció entonces al gobierno austriaco financiar la fundación de un nuevo teatro, a cambio de tener su propio palco. La emperatriz María Teresa aceptó el proyecto, con la condición de que se encomendara la obra al arquitecto de la corte Giuseppe Piermarini. Dos años después, el teatro abrió sus puertas. Su sobria y elegante fachada neoclásica no insinúa el esplendor del interior. El teatro, muy dañado por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, está ahora decorado con el rojo y el oro del siglo XIX. Renovada en 2004 tras unas exhaustivas obras, la Scala volvió a dar la bienvenida a su público con la misma ópera que cuando se inauguró en el siglo XVIII:Europa Riconosciuta, de Salieri. Los más grandes directores de orquesta han ido y venido, desde Rossini en 1820 hasta Riccardo Chailly en la actualidad.
La Scala tiene capacidad para 2.800 espectadores, y su escenario en forma de herradura sigue siendo uno de los más grandes del mundo, incluso hoy en día. Si no puede asistir a una representación, tendrá la oportunidad de ver el auditorio durante una visita al museo (Museo Teatrale alla Scala) entrando en uno de los palcos. En el hemiciclo, cinco pisos de palcos (cada uno decorado originalmente por su propietario) están coronados por dos galerías donde se venden los asientos más baratos. Este gallinero, en italiano piccionaia o loggione, es al mismo tiempo el lugar donde se reúnen los habituales, avezados melómanos dispuestos a silbar o a cubrir de "bravo" a los intérpretes, cantantes, bailarines y músicos. Este público de entendidos es bien conocido en el mundo de la ópera por no ser tacaño con sus silbidos, a veces incluso haciendo que los cantantes abandonen el escenario, como fue el caso de Roberto Alagna en 2006.
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