Alessandro Manzoni © ZU_09 - iStockphoto.com.jpg

Lengua unitaria y dialecto

Como recuerdo de la Revolución Francesa, la idea de una patria unificada comenzó a surgir en Italia a finales del siglo XVIII, y fue de nuevo Francia, en la figura de Napoleón Bonaparte, la que barajó la baraja anexionándose algunos de los estados del norte. De los levantamientos a las lágrimas, de las insurrecciones a las guerras de independencia, el juego político entre las naciones vecinas acabó desembocando en 1861 en una Italia similar a la que conocemos hoy. Pero aún era necesario unir a estos pueblos cuya diferencia más notable radicaba en la multitud de dialectos que se hablaban. Hasta entonces, el toscano había sido favorecido por los escritores; Dante, Petrarca y Boccaccio, las "tres coronas", ya lo habían favorecido, y parecía natural mantenerlo como única lengua nacional. Sin embargo, en esta nación en ciernes, donde la mayoría de la población es analfabeta, sigue siendo necesario crear un puente entre la lengua escrita y la hablada.
Alessandro Manzoni, que publicó en 1825 su obra maestra, Los novios, una trágica historia de amor frustrado, contribuyó a este proceso y se ganó sus cartas de nobleza. Pero no estaba satisfecho con esta primera versión, que consideraba inaccesible, ya que su toscano era demasiado elitista. Decidió entonces enfrentarse a Florentino vivo, es decir, a la lengua de Florencia, para reelaborar su texto y hacerlo lo más parecido posible a lo que había oído. Para ello, con la ayuda de dos amigos, "enjuagó sus sábanas en el Arno". En 1840 apareció una versión revisada, simplificada y definitiva. Manzoni no se detuvo en esta acción literaria; en 1868 se implicó política y socialmente al presidir, a petición del Ministro de Instrucción Pública, una comisión encargada de difundir y promover la renovada lengua toscana a nivel nacional, en particular mediante la distribución de libros de texto escolares, ya que todo estaba por inventar y era la nueva generación la que serviría de trampolín

Su novela se convertiría en uno de los símbolos de la unificación que estaba en marcha y que se denominaba Risorgimento, "renacimiento", que se debatía y discutía en los cafés de Turín: lo era por partida doble, tanto por el lenguaje como por el tema, porque los italianos habían encontrado otro punto común, la atracción del romanticismo. Sin embargo, hay un abismo entre la elección de una lengua común y su imposición; así, hasta 1999 un decreto no explicitó que la lengua oficial de la República era el italiano.

El siglo XX

El año 1902 marcó el nacimiento de Carlo Levi en Turín. Tras licenciarse en Medicina, prefirió dedicarse a la pintura y, sobre todo, a la lucha contra el fascismo, que iba carcomiendo el país. Detenido en 1935, fue condenado al exilio en el sur de Italia y al arresto domiciliario en el pequeño pueblo de Aliano. De estos dos años, que le marcaron hasta el punto de que su último deseo fue ser enterrado allí tras su muerte en 1975, se trajo un libro, uno de los mayores y más bellos clásicos de la literatura italiana, Cristo se detuvo en Éboli, disponible en Folio. En esta autobiografía, publicada justo después de la Segunda Guerra Mundial, relata una región descuidada y sus habitantes abandonados a su suerte, y con un estilo inédito se convierte en un cantor de la miseria y la desolación.
Otro testimonio, publicado en 1947 por su casi homónimo Primo Levi, también nacido en Turín en 1919, también conmocionó a los lectores, aunque la primera edición permaneció confidencial y no fue hasta quince años más tarde cuando se escuchó finalmente su voz. Si es un hombre describe la deportación del autor a Auschwitz en febrero de 1944 y su supervivencia dentro del campo de exterminio. Tras su milagroso regreso, Primo Levi parece reiniciar una vida normal, escribe este texto con el apoyo de Lucía, su futura esposa, a la que acaba de conocer, retoma el trabajo, se convierte en padre por primera vez en 1948. Sin embargo, le resultaba imposible olvidar, como el mundo que le rodeaba parecía dispuesto a hacer, así que empezó a militar. Su primer texto fue reeditado en 1958, traducido al inglés y luego al alemán, y comenzó a escribir La Trêve, que narra su viaje de regreso a Italia, publicado en 1963. Fue escuchado y reconocido, la prensa habló por fin de él pero, a pesar de todo, ese año estuvo marcado por los signos de una depresión de la que nunca saldría. Primo Levi siguió escribiendo, viajando, dando conferencias, para que lo impensable e insuperable no cayera en el olvido. Perdió la vida en 1987 en una caída de una escalera que muchos creen que fue deliberada.
La muerte de Cesare Pavese, el 27 de agosto de 1950 en Turín, no dejó lugar a dudas: el hombre se había suicidado, como lo confirman la nota que dejó en su habitación del Hotel Roma, la última frase de su última novela, La muerte vendrá y tendrá tus ojos, y una nota en su diario que se publicó dos años después con el título de El negocio de vivir. Una vida corta, apenas 42 años, y sin embargo una obra inmensa, densa y eterna.