Kalmar es una parada obligatoria para quienes deseen tomar el puente a la isla de Öland, pero esta pequeña ciudad costera bien merece una parada, al menos por su castillo. Dividida en dos partes (el casco antiguo, al oeste, y el centro, más moderno, al este), la ciudad cuenta con numerosos atractivos culturales (el castillo, por ejemplo, pero también el museo regional y el museo de arte) y un encantador corazón de calles toscamente empedradas. La imponente catedral de paredes amarillas, algunos edificios antiguos en Storgatan y los restos de las murallas que antaño protegían la ciudad recuerdan los días fortificados de Kalmar como frágil frontera entre los reinos de Suecia y Dinamarca. La plaza Larmtorget también tiene su encanto, con el colorido bullicio y el suave ritmo de vida que se revela en verano. Es bueno pasear por aquí y por allá, hacia las casas de madera de Gamla Stan, pasar el rato en el puerto o en los prados que rodean el castillo, tomar un café en los restos de las murallas, antes de tomar el puente que une la ciudad con esa lengua de tierra que bloquea el horizonte, la isla de Öland.

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Château de Kalmar. Thierry Lauzun - Iconotec
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