MUSEO DE ABOMEY - PALACIO REAL
Museo que expone obras y objetos originales pertenecientes a los distintos reyes, como sombrillas, túnicas, etc
En el espacio de trescientos años se construyeron doce palacios en la capital del reino de Abomey, ya que todo nuevo soberano tenía que edificar un nuevo palacio cerca del de su predecesor. Así se creó una enorme ciudad real en más de cuarenta hectáreas, aunque las construcciones de tierra se han deteriorado con las lluvias y, sobre todo, por el incendio provocado por Béhanzin en 1893, con la invasión de los franceses. Hoy sólo quedan los palacios de Ghézo (1818-1858) y Glélé (1858-1889), el padre de Béhanzin, en los cuales se ha acondicionado el museo. Sin embargo, el emplazamiento está bajo la protección de la Unesco, que lo ha clasificado como Patrimonio Mundial de la Humanidad y que continúa el trabajo de restauración iniciado con la cooperación francesa.
Excelente introducción para descubrir la historia del reino, el museo expone, en los espacios renovados, objetos que han pertenecido a los diferentes reyes, como parasoles, túnicas, joyas… En la sala de los tronos, que se esculpieron en madera de ceiba, la pieza más destacada es el trono de Ghézo, que se alza sobre… cuatro cráneos humanos. ¡Sí, no eran los más tiernos! Y las mujeres no tenían nada que envidiar a los hombres. Las famosas amazonas que se ven luchando en los tapices eran temibles guerreras que, según se dice, se cortaban un seno para poder disparar mejor con el arco. Allí mismo podrá descubrir que los muros del templo, que albergan el espíritu del rey, se elaboraron con tierra mezclada con perlas, cauries y sangre del enemigo vencido.
Tras haber atravesado varias salas, entre ellas la sala de las Armas y la del Consejo del rey Glélé, que finalmente se ha convertido en la sala de las Joyas, se accede al patio de las Reinas. En el centro se levanta un recinto circular donde se enterraba a las mujeres de Glelé, cuya tumba se encuentra cerca para que pudieran reunirse una vez este hubiera fallecido, En este patio, el guía le recordará que se puede hacer una ofrenda al rey para honrar su presencia. Porque, como todo el mundo sabe, el rey no muere: está viajando.
El otro interés del museo es la posibilidad de ver obras originales, como los famosos bajorrelieves polícromos que representan episodios del reinado de Glélé, los {1}récades{/1} (los bastones de mando del rey) o también los {2}assin{/2}, los altares portátiles que pueden consagrase a un ancestro o a una divinidad.
La tumba del rey Béhanzin. Desde que sus restos fueron repatriados en 1928, la tumba del último rey de Dahomey se encuentra en el recinto del palacio Real en Djimé, un barrio de Abomey. En el interior del panteón, construido en un gran patio, hay un lecho sepulcral con dosel. Salvo una foto en blanco y negro donde se ve Béhanzin, la sobriedad es total. Contra la pared, unas pequeñas aberturas talladas en la piedra acogen las ofrendas, veladas por una sacerdotisa.
Para acceder a la tumba es necesario la autorización del rey Houédogni.
Audiencia real. Siempre es tentador que un rey le reciba en audiencia, pero en este caso hay que saber por cuál… Porque hay dos reyes en Abomey, que, tampoco hace mucho, han entrado en conflicto abierto. El rey Dedjalagni es del linaje de Agoli-Agbo, que instalaron en el poder las autoridades francesas después de exiliar a Béhanzin a Martinica, por lo que su legitimidad se puso en duda. Por otro lado, el rey Houédogni es descendiente de Béhanzin. Cuando, en 1995, Béhanzin quiso acceder al trono, se enfrentó a la oposición de Dedjalagni, que se negó a aceptar el sistema de la alternancia instituido, precisamente, para resolver este tipo de situaciones. Sin embargo, fue Houédogni quien se hizo con el poder a partir de un golpe de estado; aunque, más tarde, y con su posición bien establecida, ambos palacios acabaron por reconciliarse.
Para pedir audiencia es preferible dirigirse a una agencia que tenga el favor de la familia real o a la Oficina de Turismo
Peu de pièces intéressantes, quelques poteries et différents objets
royaux qui ne sont pas très anciens.
Probablement par manque de moyens les salles sont mal mises en valeur.
Une visite d'une heure suffit largement