Un paisaje sorprendente rodeado de agua. Una costa de arena blanca, pequeños valles cubiertos de hierba y algunos aparcamientos y edificios, casi todos de una sola planta: en Hvide Sande nada destaca, salvo las astas con las banderas danesas ondeando al viento. Al oeste, el mar del Norte, infinito. Al este, el fiordo de Ringkøbing, amplísimo. Sus aguas se funden con el casi omnipresente cielo barrido por el viento. No es de extrañar que sea el paraíso de los windsurfistas: ¡el viento rara vez baja de los quince nudos! Y en medio, protegido por una esclusa, un importante puerto pesquero donde atracan casi doscientos barcos extranjeros.

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