Diversión y salidas Bucarest

A la entrada del Parc Circului, este gran edificio circular construido en los años sesenta se asemeja a una carpa de hormigón. Acróbatas, bailarines y actores se encargan del espectáculo. Sin embargo, aquí no verás ningún número con animales: terminaron después de que un incendio destruyera las instalaciones y matara a once animales en 2017. Solo quedan los caballos. El repertorio del Cirque métropolitain incluye creaciones originales, así como adaptaciones de los grandes clásicos de la literatura infantil. El espacio también acoge espectáculos de otras compañías.

Principal escenario operístico de Rumanía, creado en 1921, la Ópera Nacional de Bucarest ocupa un edificio construido en 1953. Su lujoso salón tiene 1.200 asientos. El programa es variado: Mozart, Tchaikovsky, Verdi, Puccini... pero también piezas contemporáneas o para el público joven. Las entradas se pueden comprar en el sitio o en línea. Las tarifas son muy atractivas y la calidad está ahí: una excelente oportunidad para darse el gusto o aprender sobre los placeres de la ópera.

Situado en la bonita zona que rodea el Parc Icoanei, este excelente teatro de păpuși (muñecos) y marionete (marionetas ) es toda una institución: se fundó en 1945. En 2008, se convirtió en un teatro de animación, con un estudio para adolescentes y adultos. Pero sus espectáculos se dirigen principalmente a niños a partir de 2 años: el repertorio incluye numerosas adaptaciones de los grandes clásicos de la literatura rumana y mundial(El Principito, Blancanieves, etc.), así como obras contemporáneas.

Puede que los precios sean un poco elevados, pero sin duda es una de las mejores direcciones para los auténticos clubbers, aquellos para quienes el sonido y el ritmo priman sobre la apariencia y la superficialidad. El Kristal Club se centra en la música electrónica y acoge regularmente a DJ de fama mundial. Situado en pleno centro de la ciudad, ocupa uno de los antiguos cines del bulevar Regina Elisabeta. Con sus molduras en las paredes y su gigantesca lámpara de araña, el local tiene un aire decadente. Es el lugar perfecto para pasar una noche de fiesta

El cine del Instituto Francés de Bucarest, que lleva el nombre de una actriz franco-rumana, se ha convertido en parte integrante del paisaje cultural de la capital gracias a su rica programación. Lejos de las superproducciones de los multicines, proyecta películas de arte y ensayo, francesas por supuesto, pero también europeas e internacionales, sin olvidar las películas para el público joven. Las películas rumanas ocupan un lugar destacado, con subtítulos en francés. La sala, de 200 plazas, es cómoda, cálida y está bien equipada. Acoge regularmente reuniones.

Este edificio situado en la parte trasera del Museo Nacional de Arte no pasa desapercibido, con su gran cúpula azul y su arquitectura brutalista. Fue construido en 1960 por el arquitecto Tiberiu Ricci. La inmensa sala de 4.000 plazas, que solía albergar los cinco grandes congresos comunistas anuales, se utiliza ahora para otros actos multitudinarios: conciertos, congresos, representaciones teatrales, etc. Es uno de los principales escenarios del festival de música clásica Enescu, en septiembre. La sala, de 2.000 m², también se utiliza para exposiciones.

Un lugar sorprendente: este bar ocupa la antigua villa de una familia de comerciantes de principios ^del siglo XX, nacionalizada bajo el comunismo y luego abandonada. Dejada a propósito en su estado original, la hermosa residencia desprende la misma atmósfera anticuada que tanto encanto tiene en Bucarest: en el interior, las viejas estufas y los muebles de época desparejados dan la impresión de estar en cuclillas en una casa que acaba de ser abandonada, congelada en el pasado. En la parte delantera, el jardín también cultiva cierta despreocupación, con su abundante vegetación y sus terrazas de palets dispersos.

Este es uno de esos bares de té enclavados en una casa del barrio de Icoanei, o más exactamente en una dependencia al final de un hermoso jardín. La sombreada terraza, rodeada de vegetación, es un remanso de frescor en verano, y la excelente limonada le reanimará, a menos que prefiera un batido, un zumo de fruta fresca, un té helado o una cerveza. También encontrará una amplia selección de tés e infusiones. Un lugar lleno de color, donde también podrá picar algunos sabrosos tentempiés, como bruschettas, ensaladas y carnes a la parrilla.

Este concept store en el corazón de Lipscani es una boutique de streetwear, bar y snack bar todo en uno. Aquí se puede disfrutar de un buen desayuno con zumo de naranja recién exprimido y bollería caliente, un buen café, un cóctel o una cerveza artesana rumana, todo ello ambientado con música electro. La decoración es urbana, con una mezcla de metal y plantas. El personal es joven, sonriente y muy agradable. El local acoge regularmente sesiones de DJ. Una agradable terraza sobre el adoquinado.

Este bistró de estilo francés es un oasis de calma y verdor en el corazón de la ciudad, a medio camino entre la Gare du Nord y la Piața Romană. Es un lugar ideal para disfrutar de un café, una limonada o una socata (refresco natural de flor de saúco), sentado en el gran jardín o tumbado en una hamaca en verano. Por la noche, los cócteles son excelentes J'ai Bistrot es también un restaurante que sirve hamburguesas, pasta, carnes a la parrilla y otros platos a base de los mejores productos. También es un buen lugar para desayunar. De hecho, suele estar abarrotado.

Ubicado en una antigua imprenta, este bar de moda, decorado en estilo industrial y vintage, es también un lugar de experimentación cultural: se organizan regularmente eventos, talleres, debates y exposiciones de todo tipo de ámbitos, así como conciertos. La oferta de bebidas incluye cervezas, ginebras, vinos y batidos, así como infusiones y limonadas caseras. Si tienes hambre, puedes saciarla con una sopa, una ensalada, un plato principal o una hamburguesa. El menú del mediodía es especialmente atractivo.

Fue el primer pub irlandés de Bucarest, abierto en 1994. Su ubicación, un poco alejada del centro, y su decoración algo sosa pueden echar para atrás a algunos, pero el pub sigue siendo uno de los favoritos de los expatriados, sobre todo en las noches de fútbol y rugby, pero también por las deliciosas tartas de pollo o salchichas regadas con auténtica Guinness, que también se puede beber por pintas, al igual que su compatriota ámbar, la Kilkenny, todo ello a precios muy razonables. Aquí se celebran regularmente sesiones de música irlandesa en directo y noches de concursos.

Situada cerca del parque Carol, en una antigua fábrica de calcetines, esta discoteca de pop-rock acoge numerosos conciertos y veladas especiales. Nacida a principios de la década de 2000 en las playas de Vama Veche, en el Mar Negro, la discoteca se trasladó más tarde a Bucarest, trayendo consigo un poco del espíritu del centro turístico de la fiesta. En el club suenan éxitos de los años 90 y 2000, como hip-hop, R&B, rock y pop. Se puede empezar la noche al lado, en el club Fabrica, que también funciona como pub y cantina.

Una pepita de oro enclavada en los vericuetos del barrio de Icoanei, a tiro de piedra de Piața Romană. Este bistró de diseño ocupa una hermosa villa ^{del siglo XIX}. En el interior predominan los tonos claros y las paredes están cubiertas en algunos lugares de musgo natural. En el exterior, el patio pavimentado alberga una magnífica terraza rodeada de vegetación. La gente joven y moderna acude aquí para tomar una copa o comer. Se pueden comer fajitas, pasta, sopas cremosas o platos de carne o pescado en salsa. El servicio puede ser largo.

A pesar de su gran tamaño, esta brasserie está bien escondida, en pleno barrio de Lipscani. Paredes de ladrillo, sillas de bistró, objetos de cobre y tuberías vistas: la decoración tiene un aire steampunk muy colorista. La agradable terraza es muy popular. En la carta de bebidas encontrará, por supuesto, cerveza, con los grandes clásicos rumanos en sus versiones sin filtrar ni pasteurizar, incluida la Timișoreana fresca recién salida de fábrica. La carta también incluye una amplia selección de bebidas de todo tipo y platos de carne.

Un salón de té que parece una botica, con sus preciosas estanterías de madera que llegan hasta el techo, donde se expone una amplísima selección de tés, además de cafés, infusiones y otros rooibos. También se venden a granel. En el mostrador hay dulces de toda la vida, como fruta confitada y caramelos. La decoración también es de la vieja escuela: máquinas de coser como mesas, viejas fotos sepia en la pared, manteles individuales y vajilla vintage... Además, los precios son razonables y la música relajante. Una suave burbuja en medio del bullicio.

Encontrarás esta cadena en varios lugares de la capital, sobre todo en Calea Victoriei. El toque francés se nota nada más cruzar la puerta: huele a cruasanes calientes, la bollería es pura mantequilla, la decoración es vintage y en la radio suenan viejos éxitos que te resultarán familiares. Es un lugar agradable para tomar un café, un chocolate caliente o un zumo de fruta fresca, mientras disfrutas de una viennoiserie. También puedes comer algo a cualquier hora, con ensaladas, sándwiches, quiches e incluso pastel de pastor en la carta.

En una pequeña calle cerca de Lipscani, lejos de las multitudes, este café tiene un aspecto industrial que no le impide ser acogedor: paredes de ladrillo visto y hormigón, grandes ventanales, listones de madera en el suelo y toques de color. Una pequeña terraza se extiende por la acera de enfrente. Sirve especialidades de café, quemadas in situ, así como cervezas artesanales rumanas y bebidas lácteas, además de una selección de platos (bagels, hamburguesas, ensaladas, etc.) y dulces (cruasanes, tartas, magdalenas, etc.). Un lugar ideal para una pausa rejuvenecedora.

No muy lejos del centro histórico, pero alejado del bullicio de Lipscani, este agradable bar de vinos ofrece una amplia selección de vinos locales e internacionales cuidadosamente seleccionados (más de 100 referencias). Se organizan regularmente catas de vinos rumanos, y puede acompañar su copa de vino con suculentas tablas de quesos y embutidos. El personal es muy amable y profesional; saben lo que venden y pueden darle buenos consejos. También se pueden comprar botellas in situ.

Pero, sobre todo, es el entorno lo que hace que merezca la pena: la hermosa sala con paneles de madera de la brasserie Gambrinus le transporta al apogeo de Bucarest a principios del siglo ^XX. Fundada en 1901 por el famoso dramaturgo Caragiale, era un lugar de encuentro para la élite intelectual. Destruida, la brasserie reabrió en la década de 1940, en la planta baja del Hotel Cișmigiu, donde sigue en pie. Reformada en 2013, ha recuperado su esplendor. La cerveza, elaborada según una receta tradicional, es buena, pero no se produce in situ.

En pleno corazón de Lipscani, el barrio de los bares, este bar se distingue de sus vecinos por su ambiente relajado, cálido y muy rockero. El nombre del bar podría traducirse de la siguiente manera: "Unos señores y sus hijos". La clientela está formada principalmente por jóvenes rumanos. Los interiores de madera están decorados con retratos de revolucionarios. Se celebran regularmente conciertos de punk-rock. Hay una amplia selección de cervezas. También hay una agradable terraza para los días soleados.

Justo enfrente del Banco Nacional, este café goza de cierta reputación en la capital. La decoración es extraordinaria, con arcos esculpidos, sombrillas colgando del techo y cuadros en las paredes. La terraza es muy agradable en verano. En invierno, no se pierda el increíble y gigantesco chocolate caliente, coronado con helado, malvaviscos y dulces de todo tipo. El menú a la carta incluye hamburguesas, ensaladas, sándwiches club y quesadillas, todo elaborado con ingredientes frescos. También es famoso por sus brunchs de fin de semana.