El pequeño pueblo vio cómo su entorno cambiaba bruscamente a finales de los años 70, cuando se convirtió en el centro de atención de unos cuantos grandes inversores que por fin veían en el horizonte una alternativa a la sobresaturada Kuta. Por desgracia, los malos profesionales de la construcción y el turismo levantaron una masa de hoteles en unos pocos y estrechos kilómetros de playa, acelerando la erosión de la delgada franja costera. Entre otras cosas, porque uno de los materiales utilizados en los años 90 era el coral, que entonces formaba una barrera definitiva frente a Candidasa. Hoy no hay playa, salvo en algunos lugares, pero esto no resta nada al encanto y la belleza del lugar, destacado por su fuerza y singularizado por su mar. El mar ha avanzado y, para detenerlo, se han construido muros de hormigón mar adentro mientras se desarrollan los programas en curso para reconstruir el coral. Así que es mejor conformarse con la piscina del hotel. Dicho esto, aunque Candidasa pueda parecer una Kuta de los años 70, todavía se respira la calma y la despreocupación de este pequeño centro turístico costero. Es un lugar donde la sombra de los cocoteros se refleja en un lago cubierto de lotos al atardecer. Cerca de este oasis se ha instalado un ashram. Desde Candidasa se pueden hacer excursiones al mar (snorkel y submarinismo) o a las montañas (Tirtagangga, Tenganan), lo que la convierte en una buena base para explorar la parte oriental de la isla.

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Belvédère à Candidasa. Ekaterina Pokrovsky / Shutterstock.com
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