La sombra de los poetas Clemens Brentano y Achim von Arnim se cierne sobre el castillo, cuyo color rosa estalla al atardecer. Pero también los de Hölderlin, Mark Twain o Goethe que se enamoraron de Marianne von Willemer, a quien hizo la Suleika de su Divan occidental-oriental. Víctor Hugo, de Le Rhin, admitió: "Llegué a esta ciudad hace diez días (...) y no puedo escapar de ella. »Heidelberg era el templo del romanticismo, el destino final del soñador solitario. Desde entonces, esta ciudad, reconocida internacionalmente por su Universidad, la más antigua de Alemania, se ha convertido en un destino turístico muy popular. Venga en otoño o invierno para tener menos tráfico, pero el buen tiempo a veces se olvida de estar allí.Heidelberg -literalmente, la montaña de los arándanos- merece sin duda una visita. Sus antiguas calles le contarán la turbulenta historia de este lugar excepcional, que fue asediado en varias ocasiones y completamente destruido en 1693 por las tropas francesas de Luis XIV. Les contarán cómo, en 1815, el Emperador de Austria, el Zar de Rusia y el Rey de Prusia firmaron allí la Santa Alianza. Te hablarán de las penas de los grandes poetas que vinieron a meditar en el camino de los filósofos. Y tal vez Heidelberg sea propicio, para ti también, al romanticismo, a la melancolía, a las ideas locas.... ¿Quién sabe?

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Ville et le château d'Heidelberg. Alamer - Iconotec
Le château de Heidelberg. arturbo - iStockphoto
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