Arica es un destino insólito en Chile: el ambiente recuerda ya a Perú, los rostros tienen rasgos latinos más pronunciados, y la atmósfera tropical que emana de este balneario popular entre los bolivianos (el mar es relativamente agradable todo el año) puede retener su atención durante unos días. Al menos el tiempo suficiente para descubrir la Cordillera, sus magníficos pueblecitos coloniales, sus geoglifos y sus soberbios parques naturales, que figuran entre los más impresionantes del país. Como escribe Subercaseaux, "si se viene del norte, [Arica] parece una ciudad rebosante de encanto chileno; si se viene del sur, huele a tierra extranjera: por eso Arica es algo así como un mito, y los visitantes nunca saben dónde está su realidad ". Porque Arica es una ciudad "donde todo el mundo va y viene". La situación geográfica de Arica, en la desembocadura del río Azapa -lo que le permite disponer de agua y de una vegetación bastante exuberante en comparación con el resto del Norte Grande-, le otorgó desde muy pronto un papel de centro de asentamiento. La cultura Chinchorro floreció aquí alrededor del 12.000 a.C., y las momias más antiguas del mundo dan testimonio de este pasado lejano. Otra cultura indígena es la de los camanchacos, maestros del arte de los geoglifos.

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