La subida a Tin-Mal, a unos 100 km de Marrakech, requiere paciencia, ya que la carretera que serpentea por las montañas es larga y a veces está en mal estado. Algunos vestigios de las murallas recuerdan que antaño fue una ciudad fortificada. La mezquita de 1148, devastada por el terremoto de septiembre de 2023, era una de las únicas mezquitas de Marruecos abiertas a los no musulmanes. El minarete inspiró el de la Koutoubia de Marrakech, también construida por Abd el-Moumen. La Kasbah de Tin-Mal no es la más bella, pero merece la pena visitarla. Fue aquí, hace 800 años, donde se desarrolló la dinastía almohade que, desde Marrakech, gobernaría todo Marruecos. Hoy en día, Tin-Mal sigue siendo venerado como centro espiritual de la región. El edificio, construido en piedra y madera, tiene una gran importancia histórica, espiritual y simbólica. Fue renovado con ayuda de la UNESCO y sigue siendo objeto de curiosas leyendas. Se afirma que es aquí, en el mismo lugar donde Ibn Toumert fue declarado padre fundador del movimiento almohade, donde se esconden los suntuosos tesoros que los sultanes despojaron de Marrakech. Sea como fuere, cuando tomaron Tin-Mal en el siglo XIII , los meriníes saquearon la ciudad y profanaron las tumbas de los sultanes de la dinastía almohade, ya fuera por simple venganza o con la secreta esperanza de descubrir el botín.

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