Guía de viaje Bafia

Puede repostar en Bafia, una ciudad soñolienta y alargada. Este cruce de caminos se encuentra a lo largo de la N4. Justo antes de la gasolinera Total, gire a la derecha para entrar en la ciudad. Aquí hay bancos, pero no hay garantía de que los cajeros automáticos funcionen o, si lo hacen, es probable que se formen colas, algo propio de los cajeros aislados en kilómetros a la redonda.La calle principal, en pendiente, está repleta de pequeñas tiendas que venden artículos de primera necesidad (o menos urgentes).En lo alto de la cuesta hay un pequeño mercado donde se vende de todo. Aparte de la indispensable oficina del PMUC y el hotel New Palace, Bafia no tiene grandes monumentos. En las afueras de la ciudad, se encuentra un pequeño hotel, el Fidji Hôtel, muy pequeño, pero con una relación calidad-precio inmejorable y poco concurrido. Las comodidades son básicas. El pueblo y el campo están íntimamente ligados. Las casas no están agrupadas formando un pueblo, sino dispersas. Los cebúes pastan tranquilamente en la más pequeña parcela verde. En el centro de Bafia se puede encontrar algo de comer, y el menú no es una excepción al gran clásico de la región: kebabs y palitos de mandioca. Alternativamente, al salir de la ciudad por la N4, numerosos vendedores se agrupan en torno al peaje, vendiendo cacahuetes, mangos, limones, piñas y nueces de cola. Las transacciones se realizan a través de las ventanillas de los vehículos, y siempre es impresionante presenciar la agilidad con la que los vendedores llevan a cabo su negocio mientras corren a buen ritmo para seguir el paso de los coches. Y en todo esto, no se pierde ni una sola moneda, ni se cae un solo cacahuete. Junto a la carretera, el cacao, la mandioca y el maíz se secan al sol. El cacao desprende un olor característico que llama la atención. Después de Bafia, a medida que se avanza hacia Bangangté, el terreno se eleva, con colinas y montañas que rodean la carretera. Las grandes y hermosas casas que se ven en medio de la nada pertenecen a habitantes de la ciudad que han tenido suficiente éxito en los negocios como para permitirse una pied-à-terre en el campo. Pasan muy poco tiempo allí, reservando estas casas para su vejez.