Un desierto arenoso que coquetea con el mar, bautizado con el nombre de la tribu (los wahiba, nombre consuetudinario dado durante mucho tiempo a las Arenas de Sharqiya) que lo poblaba, un enclave de tamaño bolsillo (150 km de largo por 90 km de ancho) que tiene todos los ingredientes de uno grande: espejismos, dunas magistrales (algunas de más de 100 metros de altura), inmensidad sin horizonte. También es un océano de colores, con tonos ocres y anaranjados que varían según la luminosidad del sol. Cada momento es un cuadro: el amanecer, cuando la bruma matinal se disipa vacilante; el mediodía, cuando el azul del cielo contrasta con el rojo de la arena; el atardecer, cuando el sol se tiñe de rosa y púrpura violáceo; y, por último, la noche, pura, profunda, tan silenciosa que resulta inquietante, casi pesada... tan luminosa que trasciende.Para disfrutar plenamente de la aventura, no bastan unas horas, hay que pasar la noche. Nada más sencillo en Sharqiya, donde varios campamentos fijos bien equipados esperan a los viajeros que pernoctan, ofreciendo un sinfín de actividades adaptadas a este biotopo único: paseos en camello, quads, safaris en 4x4, trineo o esquí de arena, caminatas al amanecer y al atardecer para empaparse de la inmensidad... Descubrir las Arenas de Sharqiya es también una oportunidad para hacer una incursión en territorio beduino, que permite conocer la cultura y el modo de vida de estos pueblos originariamente nómadas, ahora semisedentarios. Atrás quedaron las antiguas caravanas Los nuevos beduinos viven en sólidas casas a las puertas del desierto, o en campamentos andamiados con grandes secciones de lona, trozos de madera y alambradas. En las inmediaciones aparcan grandes todoterrenos y es habitual ver antenas parabólicas. Debido a la proximidad del desierto al mar y a los oasis, las tribus Sharqiyas subsisten no sólo de la ganadería, sino también de la pesca y la recolección de dátiles, y rara vez del comercio nómada. Sin embargo, las mujeres bajan a menudo al mercado de Ibra para vender sus tejidos: alfombras hechas a mano en particular, pero también llaveros, bolsos y pulseras de lana de oveja... todos recuerdos locales que se pueden comprar a un precio razonable cuando se visita a una familia beduina, actividad que se ofrece sistemáticamente cuando se pasa la noche en medio de las arenas.

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Les dunes de Wahiba (Wahiba Sands). Sylvie LIGON

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