Guía de viaje Durban

Durban es un gran puerto que esconde bien su juego. Si no se aleja del centro y del paseo marítimo turístico, verá poco o nada. Esta ciudad de 3,7 millones de habitantes no da sus claves demasiado deprisa, prefiere darse tiempo para ganarse al visitante a sus encantos orientales. Unas horas o unos días, según el estado de ánimo. La oficina de turismo promete 320 días de sol al año, con unos buenos 30°C de enero a marzo, un invierno de 20°C de junio a agosto y unas lluvias terroríficas de septiembre a noviembre. Se puede nadar todo el año gracias a las redes antitiburones instaladas. Para simplificar las cosas, podemos decir que hay dos ciudades: la Durban del interior, con sus edificios antiguos, su barrio indio, sus relucientes centros comerciales y sus torres de cristal, y la Durban del lado del mar, con su explanada y sus toboganes, sus hoteles, cada uno de los cuales parece querer picarle unos metros cuadrados al otro, sólo para impresionar a los sudafricanos, tan orgullosos de su Milla de Oro, adonde acuden por miles para pasar las vacaciones de Navidad entre cemento y neón. Como todas las grandes ciudades sudafricanas, la geografía de Durban está cambiando con la sociedad: la orilla del mar es ahora frecuentada sobre todo por negros de clase media, los que por fin tienen acceso al lujo de las vacaciones. Como resultado, los que tienen un poco más de dinero huyen rápidamente al norte, a Umhlanga. La ciudad es muy cosmopolita, pero existe una fuerte división entre blancos, negros e indios, cada uno de los cuales permanece en su barrio. Durban no es realmente una ciudad bonita, muchos edificios están abandonados y decrépitos, ¡bienvenidos a un Miami descolorido!