Me dijeron que era el corazón del país, el alma y la esencia de Sudáfrica. Ir a Johannesburgo y no poner un pie en Soweto era, por tanto, absolutamente inconcebible. Después de usar el transporte público, me uní a Carolina, mi guía local, porque aquí no se camina solo. Con ella, deambulé por el enorme tugurio, entre villas con barricadas y casas improvisadas. Las condiciones de vida, la falta de agua corriente y de electricidad, los niños abandonados a su suerte que vienen a darte una bofetada... No esperaba una experiencia así, lejos de los clichés de las postales. Un punto culminante