Le cinéaste Alejandro Gonzalez Inarritu ©  Matteo Chinellato - Shutterstock.com.jpg
L'équipe du film Vicky Cristina Barcelona ©  Tinseltown - Shutterstock.com.jpg

El renacimiento del cine catalán y el deseo de emancipación

Hubo que esperar a los años sesenta para que el cine volviera a florecer en Cataluña. Como en el resto de Europa, empezó a soplar un viento de modernidad, encarnado en particular en la Escuela de Barcelona, cuyo cine, inspirado en la Nouvelle Vague y deliberadamente experimental y abstracto a causa de la censura, perpetuó un espíritu intelectual y vanguardista característico de la ciudad. Fata Morgana (1965), de Vicente Aranda, muestra una Barcelona extrañamente vacía, metáfora de la dictadura, donde campa a sus anchas un asesino en serie. Uno de los miembros de esta escuela, Ricardo Bofill, se convirtió en un famoso arquitecto cuyos edificios fueron a su vez apreciados por los cineastas. Más desenfadada, pero con una tendencia similar a la abstracción, Ditirambo (Gonzalo Suárez, 1969), es una especie de comedia de acción, una de cuyas escenas tiene lugar a los pies de la estatua de Cristóbal Colón, erigida en la plaza Portal de la Pau, en el puerto. En 1975, Michelangelo Antonioni pisó la ciudad para rodar Reportero profesional. Barcelona y los edificios de Antoni Gaudí ocupan un lugar destacado en la película, y fue en la azotea de la Casa Milà donde Jack Nicholson conoció a Maria Schneider. El hecho de que esta historia sobre un hombre que quiere cambiar de identidad y seguir adelante se desarrolle en la capital catalana es casi evidente. En esta ciudad, la angustia existencial va de la mano del cuestionamiento político. Los aficionados a la arquitectura querrán echar un vistazo al documental dedicado a Gaudí por Hiroshi Teshigahara en 1984, que explora no sólo los edificios icónicos de la ciudad, sino también las influencias que los nutrieron, como los monasterios y las iglesias románicas de la región, o las cercanas calas de Monts errat. La transición a la democracia propició la aparición de un cine más político, como La Ville brûlée (Antoni Ribas, 1976) , que narra la sangrienta represión que tuvo lugar durante la Semana Trágica de 1909, símbolo de una Cataluña maltratada por la monarquía.

Una nueva juventud

Los años setenta vieron la llegada de una nueva generación de cineastas catalanes, Ventura Pons, Bigas Luna y Josep Anton Salgon, coincidiendo con el advenimiento de la democracia. Pons realizó Ocaña, portrait par intermittence (1978), retrato de un conocido personaje de Las Ramblas y la Plaça Reial, pintor gay y adepto al travestismo. A lo largo de su filmografía, nunca ha dejado de explorar el lado íntimo de su ciudad natal. La tercera película de Bigas Luna, Bilbao (1978), que más tarde revelaría el trabajo de Penélope Cruz y Javier Bardem, provocó un escándalo en su estreno por el marcado erotismo que se convertiría en su marca de fábrica y, contrariamente a lo que podría sugerir su título, está ambientada en realidad en Barcelona. La ciudad se estaba abriendo poco a poco y los extranjeros empezaban a acudir en masa. Whit Stillman, antes que Klapisch y Woody Allen, escribió Barcelona (1994), una deliciosa comedia costumbrista que narra las aventuras sentimentales de un expatriado americano y nos lleva del Palacio de la Música Catalana al claustro de la Catedral de la Santa Creu, con las paradas obligadas en los bares que abundan en la ciudad. Tierra de libertad, de Ken Loach, estrenada en 1995, capta la fascinación que sigue ejerciendo la Guerra Civil española, durante la cual Barcelona fue uno de los bastiones de la resistencia al golpe franquista. Caricias (Ventura Pons, 1998) es una película coral en la que los destinos de sus personajes se entrecruzan en el transcurso de una noche. Pedro Almodóvar rodó allí la mayor parte de la conmovedora Todo sobre mi madre (1999), donde vemos la Sagrada Familia de noche o la calle Allada Vermell, una calle que el director describió como una mezcla de La Habana, Marsella y Nápoles por su desbordante vitalidad. Pero fue L'Auberge espagnole (2002) la que marcó la entrada de la ciudad catalana en el nuevo siglo, al convertirla Cédric Klapisch en emblema de la naciente generación Erasmus. El talento del director para captar el espíritu de la época, en una hábil mezcla de cliché y naturalidad, le ha valido un gran éxito popular. El Parc Güell y sus palmeras, el teleférico, la Rambla del Mar y el Carrer de les Caputxes retratan una Barcelona a la vez turística y auténtica. Un año antes, La tarde de Gaudí (Susan Seidelmann), una película poco conocida, excéntrica pero absolutamente encantadora, reeditaba esta comedia atemporal de expatriación, antes de que Woody Allen se subiera a su vez a la misma ola con Vicky Cristina Barcelona (2008), que refuerza la idea de una ciudad de vacaciones e intermitencias del corazón, y vuelve a reservar un lugar muy especial a las obras de Gaudí. Parece, pues, que hay que recurrir a directores locales para una imagen algo más contrastada, como en el cine de terror español, que está regenerando el género con Rec (Jaume Balagueró, Paco Plaza, 2007), ambientada en la Rambla de Catalunya, o Malveillance (Jaume Balagueró, 2011), sobre un perverso conserje de edificios que no tiene reparos en entrar a robar en las casas de varios inquilinos. Otras películas de género son la reciente Los últimos días (Alex Pastor, David Pastor, 2013), que presenta una visión postapocalíptica de una ciudad asolada por un virus. Biutiful (2010), del mexicano Alejandro González Iñárritu, levanta el velo sobre una Barcelona poco vista en el cine, la de la periferia y los desfavorecidos. Por el momento, la oleada de series se ha mantenido alejada de la ciudad(La Casa de Papel, un gran éxito mundial, está rodada principalmente en Madrid), pero la Basílica de Santa María del Mar de Barcelona ha servido de inspiración y telón de fondo para una serie histórica española, La Catedral del Mar (2018), adaptación de un bestseller, ambientada en el siglo XIV, cuando la ciudad reinaba sobre el comercio en el Mediterráneo. Además, Juego de Tronos, muchas de cuyas escenas se rodaron en España, utilizó como telón de fondo la Catedral de Santa María de Girona y el monasterio de Sant Pere de Galligants. Por último, Bird Box Barcelona, secuela "falsa" de la exitosa película de Netflix Bird Box, se rodó íntegramente en Barcelona y se estrenará en verano de 2023.