Eglise Santa Maria del Mar © TomasSereda - iStockphoto.com.jpg
Pavillon allemand créé par l'architecte Mies van der Rohe © tichr - Shutterstock.com.jpg
Walden 7 créé par Ricardo Bofill ©  katiaishere - Shutterstock.com.jpg
Place de la Catalogne © nito - Shutterstock.com.jpg
Projet 22 © Ecuadorpostales - Shutterstock.com.jpg

Los orígenes de una ciudad antigua

La historia de Barcelona es la de una ciudad milenaria que aún conserva las huellas de la asombrosa habilidad de sus distintos ocupantes, empezando por los romanos, cuyos tesoros de inventiva e ingenio aún pueden verse aquí y allá. En el Barri Gόtic aún pueden verse restos de la primera muralla construida en el siglo IV. Pero es en los pasadizos subterráneos del Museu d'Historia de la Ciutat donde mejor se aprecia todo el genio romano. Allí: un recorrido compuesto por restos auténticos y reconstrucciones le ofrece una zambullida en la Barcelona antigua.

Espiritualidad románica

Entre los siglos XI y XIII, Barcelona, como el resto de Europa, se hizo románica. El arte románico era sobrio y funcional, y su arquitectura era sobre todo religiosa. Arcos de medio punto y bóvedas de cañón, gruesos muros y contrafuertes caracterizan los edificios de este periodo. Coincidiendo con la aparición de la sociedad feudal y de las órdenes monásticas, el arte románico se expresó también en castillos y monasterios de elegantes proporciones. No dude en salir de la ciudad y explorar su provincia para descubrir los mejores ejemplos de arquitectura románica. El castillo de Cardona conserva su alta torre, mientras que el conjunto monumental de Sant Pere-Santa Maria-Sant Miquel impresiona por su elegante estilo románico catalán, a su vez fuertemente inspirado en el románico lombardo, y su soberbia ornamentación exterior.

Esplendor gótico

El Barri Gόtic es el barrio gótico más grande de Europa, así que no se pierda un paseo por sus laberínticas callejuelas. Arte de la luz, la altura y la ornamentación, el gótico dio lugar a edificios de notable finura y elegancia. Entre las joyas de este estilo se encuentran el monasterio de Pedralbes y su claustro de tres niveles, la iglesia de Santa María del Mar con sus tres naves de igual altura y su deslumbrante rosetón bañándolas de luz, y por supuesto la catedral de Barcelona con su nave de 29 metros de altura, sus 28 capillas ricamente decoradas y su claustro. Al contemplar estos tesoros arquitectónicos, descubrirá algo que es únicamente catalán: sí, los edificios góticos catalanes no son tan altos como la mayoría de las construcciones góticas europeas, ya que los catalanes prefieren hacer hincapié en la anchura, lo que da lugar a bóvedas alargadas de gran belleza. Mientras que el arte románico era principalmente religioso, el gótico se convirtió en urbano. Del siglo XIII al XVI, la ciudad disfrutó de un increíble periodo de prosperidad, y la nueva burguesía mercantil proporcionó el dinero para construir edificios que reflejaran este esplendor. No se pierda las antiguas Drassanes o arsenales reales, la sala gótica de la Llotja (la Bolsa), el Ayuntamiento y, por supuesto, el Palau de la Generalitat, soberbio ejemplo del gótico civil catalán. Los comerciantes también construyeron residencias privadas para reflejar su poder. Las casas señoriales de la calle Montcada son preciosos testigos de esta época... aunque algunas de ellas tengan hoy fachadas barrocas. Esta sorprendente cohabitación se explica por el hecho de que los arquitectos del Renacimiento, muy influidos por las líneas limpias de la arquitectura antigua, rechazaron masivamente el gótico, por considerarlo demasiado vulgar, y prefirieron en su lugar el estilo barroco. La cara de estas residencias es barroca, pero su corazón sigue siendo gótico

La libertad y el brillo del modernismo

En 1888, Barcelona acogió la Exposición Universal. Este gran acontecimiento coincidió con el nacimiento del movimiento modernista. Combinando libertad formal, nuevos materiales e inspiración orgánica, el Modernismo es un movimiento en sí mismo, inseparable de uno de sus exponentes más famosos, el genial Antoni Gaudí. Desde el Parc Güell, su asombrosa ciudad jardín, hasta la Sagrada Familia, su obra maestra inacabada, sin olvidar sus soberbias creaciones en el distrito del Eixample, Gaudí dejó su huella en la ciudad catalana en curvas y colores. Para saber más sobre el Modernismo, consulte nuestro reportaje especial sobre el tema

La Exposición Internacional de 1929

En 1929, Barcelona se transformó con la Exposición Internacional. La Exposición cambió por completo la fisonomía del barrio de la colina de Montjuïc, que ahora lucía un asombroso palacio, el Palau Nacional, pabellón español de la Exposición. Al pie de las escaleras que conducen a este templo moderno con encanto de antaño se encuentra un edificio que no hay que perderse: el pabellón alemán de la Exposición, construido por Mies Van der Rohe. Destruido al final de la exposición, el pabellón fue reconstruido idénticamente en 1986 por un equipo de jóvenes arquitectos catalanes. El juego de Mies Van der Rohe con diferentes niveles de interpretación y el juego de reflejos y espejos crearon una elegante transición entre tradición y modernidad.

Los Juegos Olímpicos y la renovación contemporánea

Aplastada por el franquismo, la ciudad tuvo que esperar hasta los años ochenta para recuperar por fin su audacia y su libertad. A ello contribuyó un nuevo gran acontecimiento: los Juegos Olímpicos de 1992. La ciudad se transformó en un laboratorio urbano y arquitectónico, atrayendo a grandes nombres de todo el mundo que donaron edificios que se convirtieron en puntos estratégicos de desarrollo. No lejos del nuevo puerto olímpico, la escultura en forma de ballena, toda curvas y oro, del artista-arquitecto Frank Gehry es uno de los grandes símbolos de esta renovación. Al igual que el Museo de Arte Contemporáneo diseñado por el estadounidense Richard Meier, con su minimalismo geométrico de blanco y luz. Santiago Calatrava, por su parte, ha dotado a Montjuïc de una torre de telecomunicaciones de líneas limpias y curvas. Pero fue un chico local quien iba a causar un gran impacto durante este periodo: Ricardo Bofill. Arquitecto posmodernista, rechazó el funcionalismo e hizo numerosas referencias a la antigüedad, como en el caso del Teatro Nacional de Cataluña, un auténtico templo griego flanqueado por 26 columnas. Su arquitectura, que a menudo se decanta por el hormigón, ha sido objeto de numerosos debates, pero eso no le ha impedido poner su firma por toda la ciudad. Jean Nouvel construyó su Torre Agbar, hoy Torre Glories, a la entrada del barrio de Poblenou. Cúpula de cristal de 145 metros de altura y formas esbeltas, esta asombrosa torre reduce el impacto energético aprovechando la luz y la ventilación naturales. Richard Rogers ha transformado la antigua plaza de toros de Plaça d'Espanya en un vasto complejo comercial, conservando la estructura original de ladrillo rojo; mientras que los arquitectos suizos Herzog & de Meuron han dado al Forum, antiguo descampado convertido en barrio de moda, el Edifici Forum, cuyas formas geométricas y azul brillante dan al conjunto un aspecto casi futurista. Toyo Ito, padre de la arquitectura conceptual, dotó a la Fira Gran Via Barcelona de dos torres rojas retorcidas que recuerdan las curvas modernistas de Gaudí. Exuberante y bulliciosa, Barcelona no cesa de reinventarse bajo los trazos de lápiz de estos arquitectos geniales.

Diseño catalán

Con una gran cantidad de escuelas de diseño y artes aplicadas, así como talleres creativos, Barcelona vibra al ritmo del diseño contemporáneo. Pero, ¿por qué el diseño ha cobrado aquí tanta importancia como en ningún otro lugar? Se remonta a la época de la conquista de América Privados por los castellanos de todo comercio con el Nuevo Mundo, los catalanes tuvieron que producir su propia riqueza. Pero no es tan sencillo cuando la tierra no produce materias primas. Por ello, los ingeniosos catalanes se embarcaron en industrias de transformación (vidrio, textil, cerámica, cuero, etc.) y desarrollaron oficios tradicionales. Si a esto añadimos la visión de los modernistas y su concepto de obra de arte total, incluyendo el continente y el contenido, tenemos una ciudad que está siendo rediseñada por brillantes diseñadores, empezando por Javier Mariscal. Este "comodín" crea cerámicas, cómics, muebles e incluso a Cobi, el travieso perrito que fue la mascota de los Juegos Olímpicos de 1992. Para descubrir la riqueza del diseño barcelonés, acérquese al Disseny Hub, el museo del diseño de Barcelona, con su arquitectura espectacular, pero sobre todo ecológica y sostenible Y no se pierda el Printemps du Design, organizado cada dos años y que ofrece un circuito único de galerías y boutiques. Barcelona se ha tomado muy en serio la orden dada por el ayuntamiento en los años 90 con su campaña "Barcelona, ponte guapa". La ciudad se engalana con nuevas bazas, sin olvidar nunca combinar modernidad e identidad catalana.

Una breve lección de urbanismo

Desde la época romana, Barcelona es un laboratorio de investigación urbanística en toda regla. Bordeada a un lado por la montaña y al otro por el mar, obligada a reinventarse desde dentro, la ciudad plantea retos que despiertan a las mentes más brillantes.

El utopismo urbano de Ildefonso Cerdà. Ildefonso Cerdà fue el hombre que lanzó a Barcelona a un periodo de reforma urbanística sin precedentes. A finales del siglo XIX, la situación sanitaria de la ciudad era deplorable. La población crecía sin cesar, pero la muralla impedía su expansión. Como Barcelona era considerada una zona militar estratégica, cualquier construcción fuera de la ciudad estaba prohibida, ya que podía impedir su protección. Para Cerdà, sin embargo, la muralla debía ser derribada. Por ello, propuso ampliar la ciudad según un plano cuadriculado, también conocido como plano hipodámico en honor a su inventor, el famoso ingeniero y geómetra griego Hipodamo de Mileto. Las calles eran rectas y se cruzaban en ángulo recto, creando manzanas cuadradas. Así nació el Ensanche, cuya primera piedra fue colocada por la reina Isabel II en la actual plaza de Cataluña. Para Cerdà, la ciudad debía concebirse como un todo. Por ello imaginó nuevas vías de comunicación adaptadas a las evoluciones del mundo moderno, sin olvidar dar gran importancia a los espacios verdes. En su plan original, Cerdà intentó encontrar el justo equilibrio entre las ventajas del modo de vida rural y los imperativos de la modernidad, como los nuevos retos de la movilidad. Para Cerdà, la modernidad debe ir de la mano de la igualdad, y las personas deben estar en el centro de cada proyecto. Sin embargo, muchas voces se alzaron en contra de este plan, considerado monótono. Muchos barceloneses también lamentaron la falta de un eje central en torno a la ciudad histórica. A estas críticas se sumó la aceleración de la especulación inmobiliaria. Todo este suelo virgen alimentó la sed de beneficios de muchos promotores, que a veces construyeron en exceso, eliminando en el proceso ciertos elementos clave del plan de Cerdà, como los jardines individuales. Sin embargo, el trazado en cuadrícula sigue siendo claramente visible, así que no dudes en subir a las alturas para apreciar su regularidad.

Olimpismo y renovación urbana. El segundo periodo de agitación urbana coincidió con la organización de los Juegos Olímpicos de 1992. El ayuntamiento creó un equipo de arquitectos y urbanistas dirigido por Oriol Bohigas, máximo exponente de la arquitectura catalana, que se embarcó en un proyecto faraónico. Más de 150 arquitectos trabajaron en 300 proyectos. Se construyeron nuevas carreteras, sobre todo subterráneas, se renovaron barrios enteros, empezando por los descampados del paseo marítimo, y se construyeron nuevos alcantarillados y colectores de aguas pluviales. Fue una operación a gran escala, que desgraciadamente llevó a la destrucción de ciertos barrios y edificios, a pesar de su indudable valor patrimonial. Han empezado a oírse voces a favor de frenar esta tendencia urbanística, lo que demuestra una de las grandes características de Barcelona: aquí se discute y se debate de todo, incluido el urbanismo.

Hacia un urbanismo sostenible. Tras el frenesí de los Juegos Olímpicos, los barceloneses se pusieron de acuerdo sobre la importancia de incluir el patrimonio, sin contraponerlo a la modernidad ni caer en una identidad nostálgica. Hoy, más que nunca, la ciudad se atiene a este precepto, al tiempo que hace frente a los efectos del turismo de masas, la gentrificación y el cambio climático.

Barcelona está imaginando una ciudad para todos y con todos, a través de grandes proyectos urbanos como la rehabilitación de barrios obreros -como Can Peguerra y sus 600 casas obreras, ahora rediseñadas en colaboración con los vecinos- o el legendario barrio industrial de Poblenou, ahora a punto de convertirse en el epicentro de las nuevas tecnologías bajo el impulso del proyecto 22@, que aúna espacios verdes, terrenos baldíos rehabilitados y nuevos edificios capaces de albergar un gran número de viviendas y servicios; o la rehabilitación de mercados cubiertos para favorecer los intercambios y la proximidad, preservando al mismo tiempo el rico patrimonio de estos espacios de vida, como en el mercado de Sainte-Catherine. Por último, la ciudad ancla su patrimonio urbano y arquitectónico en una visión de futuro sostenible con la creación de supermanzanas, cada una de ellas formada por nueve plazas del plano en damero de Cerdà. Estas nuevas estructuras urbanas contribuyen a descongestionar la ciudad, al tiempo que reintegran espacios verdes y desarrollan formas alternativas de movilidad. Transformaciones tanto urbanas como sociales, estas supermanzanas devuelven a los ciudadanos al centro de la ciudad.

Barcelona sigue cambiando, pero sin renunciar nunca a su poderosa identidad catalana.