MERCADO DE LOS ESCLAVOS E IGLESIA ANGLICANA
La visita al mercado de esclavos es imprescindible por la emoción que despierta y por el simbolismo que representa.
El mercado de esclavos. La visita comienza con el horroroso descubrimiento de un gran calabozo que servía para «almacenar» a los esclavos antes de su venta en el gran mercado de esclavos de Mkunazini, cerrado definitivamente en 1873 y situado donde hoy se halla la iglesia anglicana vecina. Amontonados en unos pocos metros cuadrados sin aire ni luz, cerca de cincuenta hombres esperaban que su suerte se decidiera entre ricos comerciantes negociando unos con otros, muchos de ellos moribundos de asfixia o de agotamiento y esperando a que la marea limpiara los excrementos acumulados en el suelo… Lo mismo con las mujeres, aterrador. Aquí se han añadido simbólicamente los grilletes de hierro para dar más fuerza a la visita, pero ya es bastante traumática cuando uno se imagina el búnker donde murieron miles de personas bajo tortura a lo largo de los siglos. Fuera, un memorial erigido por la artista sueca Clara Sörnäs en 1998. Sobre las estatuas se colocaron grilletes de hierro auténticos que habían servido aquí mismo para retener cautivos por el cuello, los tobillos y las muñecas a los esclavos. Desde 2016, unos paneles explicativos proporcionan información que ayuda a comprender la magnitud y el horror de la trata de seres humanos en Zanzíbar, pero también en toda África.
La iglesia. Esta basílica anglicana construida entre 1873 y 1880 tiene la particularidad de integrar en sus adornos influencias góticas y árabes, y de ser uno de los primeros ejemplos de iglesia cristiana en África oriental. El reverendo padre Arthur West y un mercader indio, Jariam Senji, compraron el lugar tras la abolición de la esclavitud y luego lo cedieron al obispo Ed. Steere, quien supervisó la construcción de la iglesia. El primer oficio religioso tuvo lugar en la Navidad de 1877, cuando el techo aún no había sido terminado. Se dice que el sultán de la época hizo donación de un reloj a condición de que la altura del santo lugar no sobrepasara la de su palacio. En el interior todavía se puede ver la losa, dañada por los golpes, donde se castigaba a los esclavos. Simbólico: una de las cruces fue realizada con madera procedente del árbol que creció sobre la tumba del explorador Livingstone, ardiente defensor de la abolición de la esclavitud tras su paso por Zanzíbar.