Este excepcional paraje natural, mucho antes que Cousteau (que rodó allí el famoso Mundo Silencioso ), fue objeto de la primera petición oficial firmada por científicos (entre ellos Charles Darwin). Esto fue en 1874. El objetivo era defender una especie animal en peligro de extinción, la tortuga de tierra. La petición tuvo éxito, al igual que el clamor de 1964-1966. En cualquier caso, fue una severa advertencia para Gran Bretaña, entonces potencia colonial, que decidió entonces crear el Territorio Británico del Océano Índico para reforzar su defensa al este de Suez. Una isla mauriciana (Diego García) y tres islas de las Seychelles (Desroches, Farquhar y Aldabra) iban a formar este territorio militar. Pero la resistencia se organizó, y los ecologistas británicos finalmente ganaron su caso. Sólo Diego García fue militarizado y se inauguró una estación de investigación en 1971. Construido por la venerable Royal Society de Londres, se convirtió rápidamente en uno de los principales centros científicos del mundo. Aldabra se incluyó en la lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1982. Hoy gestionada por la Fundación de las Islas Seychelles, Aldabra ha permanecido como una tierra prácticamente intacta por el hombre. Es el mayor atolón coralino del mundo y sus cuatro islas (Picard, Polymnie, Malabar, Grande Terre) forman una laguna de 35 km de largo y 13 km de ancho, de la que emergen varios islotes liliputienses (Moustique, Esprit...). Es un verdadero mar interior, que se vacía por completo con la marea baja, dejando que sólo aparezcan curiosos hongos de coral. Con sus 360 km2 de naturaleza pura, Aldabra es el único lugar del mundo (junto con las Galápagos) donde se pueden encontrar colonias tan densas de tortugas terrestres gigantes en estado salvaje. En el último recuento se contabilizaron 100.000. Aunque la tortuga es innegablemente la estrella de este espectacular atolón, también está rodeada de muchos personajes secundarios y extras. Se puede admirar una gran variedad de aves: fragatas, ibis, palomas azules, flamencos rosas... o el rascón de Aldabra, un pájaro que camina y que, aunque está pegado al suelo, no teme al hombre. Esta última también se encuentra en Picard, Polymnia y Malabar. En Grande Terre, es cazado por el gato montés. El enorme cangrejo de los cocos también se ha puesto a salvo, mientras que en todas partes se le caza por su untuosa carne de coco, de la que se alimenta tras abrirlos con asombrosa destreza. Aquí no es cuestión de tocar la más mínima garra: en Aldabra, el animal es la ley. El hombre no es más que un intruso al que se le pide que se haga pequeño. Es cierto que, salvo los naturalistas y los marineros, pocos visitantes tienen el privilegio de pisar esta reserva. Pero es posible que a medio plazo se abra al ecoturismo, que está muy en boga, ya que la isla cercana a la Asunción, que cuenta con una pista de aterrizaje, podría utilizarse como cabeza de puente para las excursiones a Aldabra, que se encuentra a entre una y tres horas en barco, dependiendo de las condiciones. En pequeños grupos, los ecoturistas pueden disfrutar de uno de los parajes naturales más espectaculares del planeta.

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Fotos e imágenes Aldabra

Baignade parmi les requins, île d'Aldabra. Rainer von Brandis - iStockphoto

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