A 5 km de Praslin, aquí hay 25 hectáreas de exuberante naturaleza con más de la mitad de plantas endémicas y una fauna muy rica. La isla está rodeada de arrecifes de coral y la vida marina es igualmente espectacular. Un gran lugar para inmersiones excepcionales, con tortugas carey que vienen a poner huevos en la playa de arena blanca de un kilómetro de largo. El primo es muy tranquilo, un helicóptero rompe el silencio de vez en cuando para dejar a los afortunados.Después de descubrir el jardín donde crecen las verduras en los invernaderos (tomates, remolachas, coles, pimientos...) y los árboles frutales (plátano, limón, mango, aguacate...), ¡vaya a las alturas de la isla! Puede, en particular, descubrir el glaciar Emmanuel en cuya cima la vista es excepcional. En el sotobosque que conduce a él, podrá admirar a los habitantes del lugar, entre otros, los fouquets y la paja en la cola, que anidan en las enredadas raíces de los enormes mapous (¡con sólo veinticinco años de edad!) que comparten lo sombrío con los cocoteros (numerados). No son francamente feroces - los hombres de aquí nunca han sido hostiles con ellos -, sin embargo estas aves permanecen a la defensiva. No es cuestión de acariciarlos, sobre todo porque sus picos se cortan como un cuchillo. ¡Sólo puedes tocarlos con los ojos, muy de cerca!Si los charranes, que vienen en muchas especies, son los más numerosos, muchas otras aves han invadido la tierra y el cielo de su primo, ya sea que aniden allí o sean sedentarios; desde el mirlo de la isla hasta el toc-toc y desde la paloma holandesa hasta el colibrí, se han registrado no menos de 58 especies, entre ellas el fragata imperial (que se encuentra en el logo de la isla) y, sobre todo, el petirrojo de las Seychelles, la urraca blanca y negra, de la que sólo quedan unas pocas docenas de individuos en el mundo. Es una especie estrechamente vigilada por la asociación Bird Life International, que lleva a cabo un programa de repoblación de esta rara ave desde 1990. Las tortugas (también numeradas) también han encontrado su paraíso allí. Las tortugas marinas ponen sus huevos allí en completa paz y los de tierra están en casa. Aún se encuentran milpiés (¡de 20 cm!), cuyos anillos secos permanecen por miles en el suelo, y grandes lagartos. Incluso a veces se les puede ver fisgoneando en la larga barra de granito. Están en casa aquí, en esta tierra de patrimonio, que incluso tiene su propia estación científica, y cuyos raros visitantes deben ser ante todo amantes de la naturaleza. Entusiastas ricos

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