Las más bellas iglesias catedrales basílicas y capillas Cusco

Esta pequeña iglesia, la más antigua de Cusco, data de 1536. Alberga un púlpito de cedro de incalculable valor, tallado en una sola pieza, que llevó a su creador, Diego Tomás de Cerda, veinticinco años de trabajo. La obra, puramente barroca, es un despliegue de querubines hinchados, querubines regordetes, monstruos con muecas y flora trepadora. También merece la pena ver el altar mayor, obra de Mateo Tuyro Túpac, y el balcón bellamente tallado. Esta pequeña iglesia de la plaza de San Blas suele pasar desapercibida, erróneamente.

Iniciada en 1564, la catedral se completó un siglo después. Las piedras volcánicas rosas de su fachada fueron extraídas de la ciudadela de Saqsayhuamán. La sobria fachada renacentista contrasta con el bullicioso estilo plateresco del interior. Con forma de cruz latina, el edificio cuenta con una sala capitular, tres naves, una sacristía y no menos de diez capillas laterales, todas ellas adornadas con objetos de cedro tallado (dorado con pan de oro o plata repujada) y casi 400 lienzos pintados. Las capillas laterales incluyen un altar de piedra y la nave donde está enterrado el Inca Garcilaso de la Vega. El nombre de una de las capillas (triunfo) proviene de la Virgen del Triunfo, de quien se dice que salvó la vida de 200 españoles durante el asedio de Cusco por Manco II.

La catedral cuenta con un coro del siglo XVII, cuyos asientos de cedro son verdaderas obras de arte. Aquí los estilos chocan pero deslumbran: altar central rococó de la Santísima Trinidad, retablos churriguerescos, púlpitos barrocos... En las capillas, la profusión de pinturas de la escuela cusqueña (Sinchi Roca, Marcos Zapata y Diego Quispe Tito) transforma la catedral en un museo (nótese el cuadro titulado la Última Cena, donde aparece un cuy, símbolo del sincretismo). El Señor de los Temblores muestra a un Cristo cuyo rostro está ennegrecido por el humo de las velas que arden constantemente cerca. La pieza central de la iglesia es una custodia de oro de 22 quilates, de 1,20 m de altura, cargada con más de 2.000 piedras preciosas y que pesa 27 kg.

Esta es una iglesia fundada por los Franciscanos en 1645, con dos fachadas y un solo campanario, en el estilo colonial más puro: coro y sillas de madera tallada y cabañas de marfil. Cabe destacar, en la galería, cuadros de los más famosos nombres de la escuela de Cusco (Quispe Tito, Santa Cruz, Sinchi Roca, Zapata) y la inmensa pintura de 12 m de 9 m, pintada por Juan Espinoza de los Monteros y repulsa la genealogia de la "familia" franciscana.

De 1576, esta iglesia fue construida por los jesuitas, para empequeñecer la catedral, en el emplazamiento del Amarukancha, el palacio de Wayna Cápac. Se considera el mejor logro de la arquitectura religiosa colonial en América. Su fachada barroca de piedra tallada es magnífica. De una sola nave, coronada por dos campanarios, alberga una cúpula y un altar dorado, una capilla subterránea, criptas, pasadizos secretos y escaleras ocultas. Desde su campanario, hay una magnífica vista de la Plaza de Armas. Recomendado.

A la iglesia se llega subiendo la colina por las estrechas calles de San Blas. El templo católico se levanta sobre los restos del palacio de Colcampanta, construido durante el reinado de Pachacútec, del que aún puede verse un doble muro con nichos y una puerta. Hecho de adobe, salvo el campanario de piedra del siglo XVIII, San Cristóbal se ilumina por la noche, vigilando la Plaza de Armas. La plaza es un mirador desde el que se puede ver gran parte de la ciudad. El campanario ofrece una vista aún más impresionante, pero sólo para aquellos que hayan pagado el boleto religioso.