Se identifica fácilmente la silueta alargada de São Jorge. La isla es un largo acantilado recorrido en toda su extensión por una carretera a casi 800 m de altitud. A vista de pájaro, São Jorge parece un gran barco inmóvil que hubiese elegido su rincón en el océano para echar el ancla y darse un merecido descanso. Tanto los excursionistas experimentados como los paseantes de fin de semana encontrarán caminos que recorrer, ya que posiblemente aquí se concentren los mejores senderos de las Azores. Pastos ricos y verdes cubren casi toda la isla: hortensias, brezos, helechos y belladonas por lo que respecta a las flores; castaños, pinos, eucaliptos y hayas en cuanto a los árboles. El paisaje exuberante de São Jorge permite descubrir unas vistas fantásticas desde la parte alta de los acantilados, cuyas laderas descienden vertiginosamente hasta el mar, o en las fajãs, superficies planas que mueren en el océano y tienen su origen en el colapso de los acantilados.Las fajãs, verdaderos símbolos de la isla (hay 46, treinta de ellas en la costa norte), proceden de las erupciones volcánicas del centro de la isla, cuya lava se derramó en el mar, o del desplome del terreno como consecuencia de las sacudidas sísmicas. Se han convertido en vergeles fértiles, en campos de cultivo de ñame, maíz y verduras. El café, el té y las frutas tropicales (plátano y piña) proliferan en estos microclimas tan favorables. Las fajãs son especialmente fértiles en la costa Sur, menos elevada y más expuesta al sol. En la costa Norte, todas son pequeñas y están en el fondo de barrancos de varios cientos de metros de profundidad, algunos de los cuales albergan lagunas de agua cristalina. La mayoría de estas fajãs fueron abandonadas después del terremoto de 1980.En el centro de la isla se encuentra su área más joven, una cadena de cumbres cuyo punto culminante es el Pico da Esperança, que alcanza los 1053 m.Al este y al oeste se abren precipicios escarpados. Desde estas cumbres descienden los arroyos que se transforman rápidamente en impresionantes cascadas, cuyo salto alcanza decenas de metros, antes de explotar sobre la superficie del océano.Historia. El descubrimiento y poblamiento de São Jorge se encuentran rodeados de misterio. Se menciona la isla en 1439. En 1470, pequeños grupos de colonos se establecieron en las costas oeste y sur, y se fundó la aldea de Velas. En esa época desembarcó un noble flamenco, Wilhelm Van der Haagen, quien fundó Topo en el extremo este de la isla. Una inmigración procedente del norte de Europa condujo entonces a una prosperidad rápida y efímera; la economía local se basaba en la viña, el trigo, la hierba pastel y la recolección de orcela. A principios del siglo XVII, la isla cayó en el olvido, pero no de los corsarios europeos, ni tampoco estuvo a salvo de las incursiones devastadoras de los piratas turcos y argelinos (en 1625, los habitantes de la fajã dde São João fueron capturados y reducidos a la esclavitud, o acabaron víctimas de las erupciones volcánicas (en 1580, en la zona de Queimada, o en 1808, en Urzelina).El corsario francés Duguay-Trouin, que ha dado nombre a varias calles en algunas ciudades de Normandía, aquí es considerado como un pirata sin escrúpulos que intentó desembarcar en Velas a principios del siglo XVIII. Las leyendas de la isla están llenas de una «feroz resistencia», y en la historia local destaca, en la fecha del 20 de septiembre de 1708, la acción heroica del sargento mayor Soares de Costa, quien impidió al villano francés tomar posesión de las tierras del interior.En los siglos XVIII y XIX, el comercio de naranjas y del vino contribuyó a un desarrollo económico más sostenible; muchos barcos ingleses y americanos acudían al puerto de Urzelina para cargar el precioso botín. Aún se puede ver un antiguo almacén donde las naranjas se almacenaban antes de subirse a bordo.Más tarde, el trabajo realizado en los dos principales puertos de la isla, en Velas y Calheta, han permitido abrirse hacia el exterior, y la inauguración de un aeropuerto ha traído nuevas oportunidades económicas. Velas cuenta en la actualidad con 2000 habitantes y Calheta, con 800. La rivalidad entre las dos ciudades es importante y cualquier cuestión es propicia para los debates y las protestas. Hoy en día, la isla ya no vive de las naranjas, sino de la ganadería y los productos lácteos. Aquí se fabrica el famoso queso de São Jorge, conocido en todo el resto del archipiélago e incluso en el continente. No puede irse sin probar también el aguardiente de nísperos, aguardente de nespera, destilado en los pueblos.

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Vue de la côte de São Jorge. Associação de Turismo dos Açores
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