Guía de viaje Isla A Los Ciervos

Ile aux Cerfs es, junto con el Jardin de Pamplemousses y el Geoparque Terre de Sept Couleurs, el lugar más visitado de Mauricio. En el pasado, debió de ser un paraíso... antes de que los turistas llegaran en masa y desnaturalizaran parcialmente este bonito pedazo de tierra. Bajo los filaos, chiringuitos, tiendas de campaña y puestos de baratijas ocupan ahora el espacio. Y en la laguna encontrará un incesante ballet de embarcaciones de todo tipo: pesqueros, catamaranes, lanchas neumáticas... En plena temporada, está abarrotada, y los comerciantes lo aprovechan al máximo. Afortunadamente, el número de turistas es limitado y se concentra principalmente en torno al embarcadero. Si se recorre un poco la costa, si se toma el tiempo de cruzar la isla por sus sombreados caminitos, aún encontrará algunas playas muy bonitas y tranquilas. Sí, si se consigue ignorar las aglomeraciones turísticas, Ile aux Cerfs bien merece el viaje, con sus bonitas calas protegidas por filaos, sus ensenadas secretas enclavadas en los manglares y sus diminutos islotes que la rodean como un joyero. Si da la vuelta a la isla en barco, pasará por zonas más salvajes donde no es raro ver a los pescadores locales tendiendo sus redes de cerco. La magia de los colores y la exuberancia del litoral... Incluso el tramo más turístico es espléndido: esta laguna arenosa que se redondea como una gota y forma una semblanza de perla blanca contra el jade de la laguna. Un lugar casi mítico, con un topónimo lleno de anécdotas... Se dice que a principios del siglo XX, durante la temporada de caza, los ciervos, de los que había muchos en los territorios privados de la costa cercana, se aventuraban a veces por la orilla para cruzar la ensenada hasta la isla y escapar de los rastreadores. En aquella época, según la prensa de antaño, los pescadores, que casi nunca eran invitados a las grandes batidas orquestadas por los franco-mauricianos, capturaban a los ciervos durante su última travesía a nado. Esta providencial carne de caza alegraba la vida cotidiana. Ante la irritación de los cazadores, los pescadores argumentaban que los animales ya no pertenecían a nadie en el mar Aún hoy, las cornamentas adornan los salones de algunas casas de pescadores, recuerdo de una época pasada... Por supuesto, los ciervos han huido ante la afluencia turística, pero se dice que ciertas tardes, con la marea baja, regresan para pasar la noche en la isla... Una leyenda bastante popular.