Administrativamente, Bakel forma parte de la región de Tambacounda y tomaría su nombre de bak leen (golpear el tam-tam). Originalmente, la ciudad también se llamaba Tuabo, que significa "en la roca lejana". Un guijarro con vistas al río. La entrada a Bakel es decepcionante. Afortunadamente, al girar a la derecha en el cruce en T, se entra en un Bakel que no hace que uno se arrepienta de haber llegado al final de esta carretera de 562 km desde Saint-Louis, siempre que se pueda soportar el calor sofocante. El termómetro está bajando, ahora es "sólo" 42°C. Merece la pena ver las callejuelas y descubrir todo: el río, el fuerte, la torre de la Montaña de los Monos. En 1818, el gobernador Julien Schmaltz, tras juzgar que Bakel era una ciudad con "una población suficientemente abundante y dócil", construyó un fuerte con vistas al río y al pueblo de los traidores. En 1854, Faidherbe (de nuevo) trató de hacer de Bakel la principal resistencia a El-Hadj Omar Tall. Reorganizó el fuerte, dándole su contorno actual. ¿La puerta de entrada a Malí? Bakel fue durante mucho tiempo la sede del alto mando encargado de la penetración colonial hacia el este. En cierto modo, era la última ciudad fortificada a lo largo del río, la principal ruta comercial. Bakel estaba situada en el centro del país de los soninkés, en el cruce entre la Puerta del Sudán francés, las fronteras del Ferlo Oriental y el Bambouck. En el siglo XIX, vivían aquí wolofs, soninkés y bambaras, touculeurs y moros, y franceses. A decir verdad, no todos los comerciantes del río eran franceses. Muchos de los comerciantes eran habitantes de Saint-Louis que operaban por cuenta propia o en nombre de casas comerciales francesas, como Devès y Chaumet, Teisseire, Maurel y Prome: edificios que siguen mostrando sus efigies de otra época. La base del comercio era el trueque. Las mercancías traídas de Saint-Louis -algodón, sal, azúcar, jabón, pólvora, plata, perfume- se cambiaban sobre todo por chicle y también por mijo, cacahuetes, plumas de avestruz, marfil, oro y pieles. A Bakel llegaron caravanas y convoyes moros procedentes de Sudán y barcos comerciales de San Luis. Fue a finales del siglo XIX cuando el ferrocarril, que abrió el camino a Bamako por Kayes y no por Bakel, puso en cuestión la articulación en torno al río. La corriente más oriental se desvió hacia el sur, y para Bakel fue el principio del fin.

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