CAMPEMENT NANAAY

Se trata de un hermoso paraje paradisíaco para mochileros con poco dinero, con un dominio entre el mar y el pueblo bien mantenido por el jinete Abdou Ndiaye y su equipo. Cuenta con nueve bonitas cabañas sencillas (con cama, mosquitera y baño con agua fría), pero limpias, que se sitúan sobre la arena, frente a la playa y en medio de las palmeras. En un par de pasos, ¡chaf!, llegará al océano y después volverá a las tumbonas bajo la pérgola. A pocos metros de la orilla, un misterioso naufragio que data de finales de los años setenta emerge del agua. ¡Impresionante! El personal a cargo alisa la arena constantemente con una palma y podrá ver que los caballos del campamento —ofrecen paseos— están bien cuidados; es fácil sentirse bien allí. La guinda del pastel es que el restaurante es de buena calidad: por encargo, al menos con tres horas de antelación, podrá saciar sus antojos de pescado: rape fresco, langosta, mero, barracuda, capitán... Todos los pescados del día pueden ser asados a la parrilla a su gusto y servidos en la sala del restaurante o bajo la cabaña de paja en un entorno inmejorable. Si no se hospeda en el campamento, puede almorzar allí y disfrutar de la playa privada del campamento por la tarde; suena bien, ¿verdad? Por la tarde, los jóvenes del campamento le llevarán a veladas culturales con los griots.