En el suroeste del estado, Parras de la Fuente se encuentra a 1.600 m de altitud. En agosto las noches pueden ser frías, en invierno un fino manto de nieve cubre a veces el paisaje. Pero a diferencia de Saltillo, Parras es un oasis en el desierto de Coahuila. La Sierra Madre, brillantemente azul al fondo, detiene las nubes ocasionales y cosecha sus lluvias. El agua, fácilmente absorbida por las montañas desnudas, corre bajo tierra hasta la cuenca donde se encuentra Parras. Aprovechando esta situación, fue aquí donde en 1596, dos años antes de la fundación de Parras, Fray Juan de Espinoza plantó los primeros viñedos en el continente americano. Destino vacacional de las clases medias de Monterrey y Torreón, Parras es un pueblo tranquilo y apacible en el que resulta agradable pasear entre los viñedos, recorriendo sus calles que confluyen en la hermosa iglesia de Santa María de las Parras, construida en 1648. Rodeada de innumerables pozos de agua y dotada de un acueducto, esta tierra que vio nacer a Francisco I. Madero alberga una increíble colonia de aves. Madero alberga una increíble colonia de murciélagos. Las dos principales industrias de la ciudad son la vitivinícola y la de transformación de la tela vaquera. Se pueden ver los campos de algodón a las afueras de la ciudad, en el lado oeste. El algodón se envía a Parras para ser transformado en lona, la mayor parte de la cual se exporta a Estados Unidos, antes de ser reimportada a México en forma de vaqueros

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