La ciudad debe su nombre a un acontecimiento que nos remonta a los oscuros días de la caza de ballenas grises: en 1857, Charles Scamoon descubrió la entrada de la laguna y comenzó la masacre de ballenas grises. En noviembre de 1858, el ballenero Black Warrior encalló en la entrada de la laguna. Durante décadas, sus restos llamarían la atención de los viajeros que pasaban por allí, ya que la traducción del nombre del ballenero al español dejó esta huella toponímica. Sitio urbano sin encanto, la actividad económica de Guerrero Negro gira en torno a la explotación de la sal: sus salinas naturales son conocidas desde la conquista. Sin embargo, la visita a la ciudad sólo interesa a los aficionados al ecoturismo: es el punto de partida para visitar una de las mayores reservas naturales de México, el Vizcaíno. Los alrededores están repletos de espectáculos naturales: dunas de arena, un desierto que alberga reservas de antílopes endémicos, bahías y estuarios barridos por vientos y corrientes que transportan rarezas desde Asia, pero sobre todo el complejo de lagunas de Ojo de Liebre, donde las ballenas grises acuden a aparearse y dar a luz. Los yacimientos de pinturas rupestres de la sierra de San Francisco también son objeto de excursiones desde la ciudad. La ciudad también marca la frontera entre Baja California Sur y Baja California Norte: al salir de la ciudad cambia el huso horario.

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Découverte de la réserve de Guerrero Negro. Sylvie LIGON

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