El zoo de Martinica está instalado en una de las viviendas más antiguas de la isla. Fundada en 1643, la morada de Latouche ocupaba una superficie de 15 hectáreas. A partir de 1664, el azúcar fue su principal producto, seguido del ron, el cacao, la mandioca y el índigo. Cuando el monte Pelée entró en erupción, la mayoría de los edificios quedaron destruidos, pero se conservan algunos magníficos vestigios (la morada, la indigoterie, la manioquerie, el ingenio azucarero, el acueducto, etc.). Bajo la dirección de Jean-Philippe Thoze, creador del famoso jardín de Balata en Fort-de-France, la morada de los Latouche se ha transformado en un lugar único, sublimado por bellas composiciones botánicas, que hay que visitar. No sólo por la posibilidad de conocer a sus habitantes, que viven en semilibertad y en paz: monos, jaguares, pumas, loris, osos hormigueros, mapaches, así como mangostas más insulares, cangrejos toúlidos, tortugas, iguanas y, por supuesto, serpientes. Pero sobre todo por su ambiente único y su naturaleza salvaje, hábilmente escenificada por el mago Thoze. Testigo precioso de la fauna local y subtropical, este bestiario exótico se reúne con fines educativos en el corazón de la morada de Latouche; los visitantes pueden deambular y seguir un recorrido didáctico especialmente diseñado para no sólo descubrir animales inesperados, sino también interactuar con ellos. En una de las pajareras de inmersión del zoo, los visitantes presencian un espectáculo único: los loriquitos se posan sobre uno y comen de la mano. Estas reliquias coloniales, enclavadas en la hondonada del valle, son ahora los marcadores de toda una parte de la historia de la isla, hecha de economía agrícola e industrialización gradual. Una visita al zoo permite descubrir el conjunto de la vivienda: la casa principal, por supuesto, junto a los distintos edificios agrícolas y comerciales; también se percibe la rica red acuática, de la que el acueducto y la rueda de paletas siguen siendo testigos vivos. Al final de la visita, una gran exposición sobre la piratería hará las delicias de los visitantes de todas las edades y recordará otro rasgo de la historia de la isla: Madinina fue el hogar de muchos salteadores. Tanto el diseño como las instalaciones del zoo se han concebido pensando en el bienestar de los animales y la comodidad de los visitantes: al entrar en la morada de los Latouche, le espera un viaje enriquecedor en lo que ya puede llamarse un zoo de nueva generación.
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Opiniones de los miembros sobre ZOO MARTÍNICA
Les animaux sont intéressants à voir mais encore plus le contexte tant historique que très vert. Il y a plusieurs carbets où les visiteurs peuvent s'abriter du grand soleil ou de l'averse tropicale. Possibilité d'acheter des timbres magnifiques pour les collectionneurs.
Nous avons ensuite déjeuné
Au petit snack du zoo : prix corrects, plats servis tout à faits honnêtes et le personnel est attentif à vos besoins. La visite peut se faire sans difficulté avec un bébé.
Oui, le prix est un peu cher. Si vous décidez d’aller à Balata et au zoo, prenez un billet groupé, vous économiserez quelques euros.