Lo primero que se ve de este hotel es su magnífico aspecto. Pero tiene mucho más. El valle del Tarentaise, el macizo de Beaufortain y el Mont Blanc están justo delante y uno se maravilla con las vistas hacia el bosque de Charmettoger desde el balcón, el restaurante panorámico o la terraza. Ubicado al pie de las pistas, puede regresar directamente al hotel con el teleférico, a solo treinta metros. El establecimiento sorprende por su forma arquitectónica y contemporánea, hecha de madera natural. Las habitaciones, con balcones, son amplias, de más de 34 m2, y muy confortables (secador de pelo, minibar, TV de pantalla plana...). Nos gusta el club Booba para niños de cuatro a doce años, abierto durante las vacaciones escolares ofreciendo muchas actividades deportivas o culturales y noches sólo para ellos. Sauna, piscina exterior, tumbonas, bar, merienda, canguraje, salas de reuniones..., crean un ambiente muy agradable. El personal está siempre atento a las necesidades de sus clientes. Un alojamiento que ha permanecido familiar y sencillo. Su tamaño lo hace particularmente tranquilo. Un autobús de enlace conecta la estación con la escuela de esquí.