Con su laberinto de callejuelas empedradas, este pueblo con carácter, en el que viven actualmente 1.500 habitantes, no carece de encanto. Enclavada al pie de su imponente castillo, Alba fue en la antigüedad la capital galo-romana de los helvianos. Aún se conservan numerosos vestigios, como un foro, una calzada pavimentada y un antiguo teatro. Durante mucho tiempo, Alba desempeñó un papel protagonista en la historia de la ciudad, papel que se acentuó con la llegada del cristianismo en el siglo IV. La plaza del Castillo, con sus plátanos y sus partidas de petanca, es un lugar de visita obligada para perderse en el frescor de las callejuelas y descubrir el admirable yacimiento antiguo que se ha desenterrado. En julio se celebra aquí un festival de circo.

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