El municipio, de 13.500 habitantes, incluye el pueblo histórico de Valbonne y sus barrios periféricos, así como Sophia Antipolis, el principal parque tecnológico de Europa. Su creación en 1969 transformó la vida de la zona, que pasó de 1.600 habitantes en 1970 a más de 13.000 en 2020. La ciudad ha tenido que adaptarse a los nuevos retos, construir, innovar y cambiar su paisaje. Pero el reto era no perder su autenticidad con esta afluencia de gente. Y así ha sido. Valbonne ha conseguido conservar dos tercios de su territorio como zona verde, gracias sobre todo a la creación de un viñedo, un olivar y una granja de cabras comunales, y ha preservado su patrimonio del siglo XVI. A diferencia de otros pueblos de la región, Valbonne no se fundó en la Edad Media, sino a principios del Renacimiento. Aquí no hay escaleras ni calles empinadas: el pueblo está construido en cuadrícula sobre una planta rectangular, con las calles enmarcando una plaza central y cruzándose en ángulo recto. Para acceder, había que atravesar puertas o "pountis". De este modo, el casco antiguo quedaba protegido de las casas circundantes y magníficamente restaurado. Pasear por el pueblo es un verdadero placer, ya que tiene mucho que ofrecer. Las casas tienen hermosas fachadas revocadas en ocre y contraventanas de colores pastel. La mirada se pierde lejos, hasta el final de las callejuelas, iluminadas por buganvillas. Allí se puede ver el campanario de Saint-Blaise, los soportales de la plaza y la colorida fachada del Hôtel des Armoiries. El pueblo está siempre animado. Encantadores puestos le invitan a cruzar sus puertas, mientras que los restaurantes instalan sus terrazas en plena calle. "Aquí, el futuro ha encontrado sus raíces". Este es el lema del pueblo, rico en su mezcla complementaria de tradición y ciencias del futuro. Un poco de historia. En 1199, Guillermo de la orden monástica de Chalais buscaba un emplazamiento para una abadía. Fue esta abadía, una vez construida, la que, 320 años más tarde, daría origen al pueblo de Valbonne. A finales de la Edad Media, la peste negra, la grave sequía y las incursiones bárbaras provocaron la desertización de la región, que quedó arruinada y abandonada. En 1519, se hizo necesario repoblar la finca. Para ello, la abadía decidió hacer construir el pueblo por inversores, que se encargarían de alquilar las casas a los campesinos que vinieran a trabajar la tierra. Augustin Grimaldi, obispo de Grasse y abad de Lérins, trazó él mismo los planos de Valbonne, basándose en el modelo de las ciudades romanas. Las casas de las afueras del pueblo, altas y estrechas, hacían las veces de murallas defensivas. Las casas, prácticamente idénticas, se diseñaron siguiendo un plan sencillo: en la planta baja, un almacén; en el primer piso, la zona de estar; en el segundo, los dormitorios; y en el ático, un almacén, con una polea para elevar las mercancías. Todo era ingenioso y muy adelantado a su tiempo. Vallis Bona, el "valle bueno" a orillas del río costero La Brague, estaba siendo repoblado por comunidades procedentes de las aldeas vecinas y de las tierras altas. Sin embargo, el prior no había pensado en llevar agua al pueblo. Durante mucho tiempo, hubo que extraerla del río. La primera fuente del pueblo data de 1835.

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