Como todos los rincones del mundo, Courmes hay que ganárselo. Es como si este tranquilo pueblo de 124 almas, enclavado a los pies del Puy de Tourrettes, hiciera todo lo posible por mantener la paz. Para descubrir este remanso de paz, hay que remontar las gargantas del Loup hasta el cruce de Bramafan, tomando la D6 que serpentea sobre el río. Por el camino podrá admirar la cascada de Courmes, de 40 m de altura, pero es imposible aparcar aquí. A continuación, continúe por la D503 hasta el final de la carretera. ¡Bienvenido a Courmes! Un vistazo por el pueblo le dará una visión general de este antiguo pueblo, que oscila entre las montañas al norte y el Mediterráneo al sur. Los edificios de piedra vista, rematados con tejas antiguas, forman una masa casi mineral, perfectamente anclada en el paisaje circundante. La avenida de plátanos que conduce al pueblo y el luminoso ayuntamiento de color ocre recuerdan que esto es la Provenza. La mayoría de las casas están perfectamente restauradas. Es fácil adivinar que Courmes está habitado por urbanitas de vacaciones, en busca de naturaleza y tranquilidad absoluta. Aquí no hay ruido de tráfico, sólo el viento en los árboles y el piar de los pájaros. En el aparcamiento, los excursionistas se equipan: zapatos, mochila, bastones. Atravesada por el GR51, Courmes es el punto de partida de numerosas excursiones, a la meseta de Saint-Barnabé, a los Baous que dominan la Costa Azul, al Puy de Tourrettes o a las orillas salvajes del Loup. Un poco de historia. El 29 de septiembre de 1176, un tal P. de Corma firmó como testigo una carta entre Bertrand de Grasse y el obispo de Antibes. Esta es la primera aparición del nombre del pueblo. En la Edad Media, estaba situado en Les Combes, en la Serre de la Madeleine. Este pueblo original, cuyas ruinas aún se pueden ver hoy en día, estaba rodeado por una muralla. Courmes era un señorío. La aldea perteneció a Coursegoules hasta la Revolución Francesa. Los habitantes vivían en este entorno bastante aislado, cultivando y criando ganado. En los siglos XIV y XV, las guerras y la inestabilidad contribuyeron a la despoblación del pueblo. En la segunda mitad del siglo XX, el desarrollo de la Costa Azul y el aislamiento del pueblo, alejado de las principales vías de circulación de la región, provocaron el abandono progresivo del lugar. Hoy en día, el pueblo está volviendo a la vida, con la construcción de segundas residencias para los habitantes de la ciudad en busca de naturaleza y tranquilidad.