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La loza conoce su momento de gloria bajo Luis XIV cuando éste recupera todos los platos de oro del reino para financiar sus guerras. La Nobleza debe utilizar la fabricación de la loza de Moustiers, famosa por su gran finura. Ya explotada en el sitio web por su calidad, es uno de ellos, Pierre Clérissy, quien tiene la idea de empañar los objetos usuales, el secreto de esta fabricación procedente de Oriente le ha revelado un monje. En 1679 abre una fábrica en la que se introduce el famoso azul de Moustiers en las naves fabricadas in situ. Pintores de talento como François Viry harán los decorados de estos magníficos cuartos, hoy raramente. En 1782, este secreto de fabricación se propaga, permitiendo a 50 maestros altíferes emplear a más de 400 personas en el pueblo, con el fin de facilitar la creciente demanda de estos objetos que se han convertido en famosos en todo el mundo. Pero la porcelana pone fin a esta edad de oro, un siglo más tarde, obligando a los talleres a cerrar unos tras otros. Marcel Provence relanzará en 1927 esta actividad, fundada incluso en una academia de Moustiers con un museo y una escuela. En la actualidad, una quincena de alenciencieros vuelven a realizar, a partir de tierras coloreadas, piezas tradicionales o contemporáneas. Estas están formadas por estampado, rodaje, collage y finalmente calibrado antes de ser cocidas a 1.200 grados, secadas y luego empapadas en un baño de ámbar. Pintados, se cogieron de nuevo a 960 grados que permiten el éxtasis y fijar sus colores característicos.