Es un pueblo de autenticidad preservada, que da a los viajeros la impresión de llegar casi al fin del mundo. Alabada por su suave estilo de vida, la ciudad es un remanso de paz en invierno y cobra vida en los primeros días del verano. Hay vestigios de asentamientos prehistóricos, pero el verdadero asentamiento del pueblo se remonta al siglo XI. Como en toda Ré, se renuncia al coche y se prefiere descubrir el corazón del pueblo a pie o en bicicleta. Es bueno pasear por las callejuelas llenas de malvarrosas, bordeadas de bonitas casas y que conducen a la plaza de la Libertad. Es el lugar de encuentro de lugareños y turistas y el corazón palpitante del pueblo con su colorido mercado y sus restaurantes cuyas terrazas son ideales para disfrutar de este ambiente único. Destino vacacional popular por sus playas, también es un entorno protegido con la Maison du Fier dedicada al patrimonio natural y la Reserva Natural de Lilleau des Niges situada en el corazón de las marismas. El acceso a la reserva está prohibido a los vehículos motorizados y sólo puede hacerse en bicicleta o a pie. Los alrededores de la reserva, con su sendero educativo, ofrecen las condiciones ideales para la observación de aves y para los aficionados a esta actividad. También figuran 168 especies de plantas y 12 de peces. Un carril bici permite atravesar toda la reserva en medio de las marismas que ofrecen un magnífico espectáculo de fauna y flora.

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