BAHÍA DE SAN JUAN DE LUZ
Una bahía de 240 hectáreas, protegida por imponentes acantilados gracias a los embates del mar que hunden la ciudad al borde de la ruina.
San Juan de Luz, protegida por los imponentes acantilados de Socoa y Sainte-Barbe, fue una ciudad próspera en el siglo XVII gracias a su actividad marítima. Pero con el paso del tiempo, el mar, la lluvia y el viento socavaron la protección natural, dejando a la ciudad expuesta a los embates del mar. Así, hubo barrios que fueron devastados, como el de la Barre y como el importante convento de las Ursulinas, y el puerto se encontraba regularmente enterrado en la arena... A mediados del siglo XVII, tras dos siglos de incesantes luchas, la ciudad estaba al borde de la ruina. De hecho, una cuarta parte de San Juan de Luz fue arrastrada por las olas y la costa retrocedía entre uno y tres metros cada año. Fue Napoleón III, en 1854, quien autorizó las obras de cierre de la bahía con la creación de tres grandes diques cuya finalidad era recrear las defensas naturales: una obra imprescindible para preservar la bahía y evitar su desaparición. Esta obra se terminó doce años más tarde. Pero se necesitaron treinta años y 8000 bloques de cincuenta toneladas adicionales para construir el dique de Artha, y otros diez años para el dique de Sainte-Barbe. Estos diques resultaron imprescindibles para garantizar, desde 1895, la conservación de la Grande Plage en esta bahía de 240 hectáreas. Junto a otras playas que han resisitido a la fuerza de la naturaleza, como las de Erromardie, Lafitenia, Mayarko y Cenitz, la bahía de San Juan de Luz se ha convertido en uno de los lugares más visitados de Europa.