Desde la Edad Media hasta el siglo XVI, Monein, apodada "Pequeña París" por el rey Enrique IV, fue una próspera ciudad comercial, una auténtica encrucijada económica, gracias sobre todo a su industria vinícola. Su pasado de ciudad-mercado aún puede apreciarse hoy en día, con sus mercados porticados y su iglesia gótica. En elsiglo XIX, Monein se mantuvo al margen de la industrialización, pero siguió modernizándose (con un nuevo mercado, un hospicio para los pobres, la adopción de nuevos cultivos -tabaco y patatas- y el desarrollo de las escuelas locales). El momento clave del siglo XX fue el descubrimiento del yacimiento de gas natural de Lacq en 1951. La explotación de esta ganancia inesperada y el desarrollo de un complejo industrial empujaron a la ciudad hacia un nuevo auge económico.Su gran riqueza reside en sus viñedos. Cerca del 60% del vino de Jurançon lo producen viticultores de Moneinchons. Además, el cultivo del melocotón roussane, un gran melocotón de carne amarilla, dulce y jugosa, reina de las laderas, bello pero frágil, también sigue siendo una fuente de riqueza, que se celebra con el jurançon a principios de agosto durante unas fiestas muy apreciadas y reconocidas.Entre las celebridades que han dejado su huella en la ciudad figura el compositor Henri Duparc, alumno de César Franck, que se retiró hasta 1896 a la Villa Florence, en la ladera de la colina. Allí recibió al poeta Francis Jammes y al pintor Charles Lacoste. Algunos llamaron al lugar "la pequeña Florencia".

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