Atravesado por el Gers que desemboca en el Garona poco después. La ciudad creció en torno a un priorato cluniacense, consagrado por el propio Papa Urbano II en 1096, cuando predicaba la primera cruzada en la región. No se pierda la iglesia de Saint-Martin, que cuenta con un hermoso ábside, una impresionante cúpula y un mosaico del siglo XII que cuenta la historia del triunfo de Sansón sobre el león. Hay que pasear por las calles antiguas y por la plaza des Cornières, donde se pueden admirar las casas con entramado de madera de la calle des Sept-Sceaux y de la calle des Baux. Desde Boé, pasará junto al caballo de hierro del escultor Serge Carvalho.

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