Esta tierra de laderas marcadas tiembla con el viento que agita el trigo en los campos. Deténgase a escuchar la música de los valles, los bosques y los pájaros que vienen de África, los campesinos que reinventan los colores de la tierra, cavando y dándole forma como artistas poco conocidos... Pero también las pequeñas historias que componen la gran historia: Castelnau-Magnoac no es sólo una ciudad pintoresca, es la capital de un país que antaño estuvo unido directamente a la corona de Francia. Magnoac se casó a la fuerza con Bigorre durante la Revolución Francesa. Su imponente colegiata gótica del siglo XV alberga un museo de arte religioso, con estatuas, retablos y órganos... Las laderas de las colinas guardan sus secretos hasta que los descubra en torno a una plaza bordeada de encantadoras casas con entramado de madera. El museo del Corps Franc Pommiès, el ilustre 49ºregimiento de infantería que desempeñó un papel clave en la Segunda Guerra Mundial, es un testimonio del pasado de la región. La historia la cuenta aquí un veterano que fue uno de los voluntarios de la unidad de resistencia. Alrededor de Castelnau-Magnoac, los pueblos conviven en un espíritu de fiesta y amistad abierta que siempre se celebra. Al igual que los monjes que construyeron uno de los monasterios más bellos del departamento, disfrutar de la tranquilidad, la alegría apacible, las comidas pausadas y los paseos rejuvenecedores ya es amar los Coteaux. Simplemente se enamorará de este pueblo y de su tierra, donde el bienestar crece de forma natural y los lagos son lugares maravillosos para relajarse, inesperados en esta apacible campiña.

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