La historia de este pueblo es tan rica que ha legado maravillosos tesoros a cada época, convirtiéndolo en la actualidad en uno de los más bellos del departamento. Este patrimonio excepcional se puede contemplar desde la plaza principal, un verdadero encanto con sus soportales y las casas de entramado de madera que la rodean. La calle principal atraviesa un espléndido mercado cubierto con una sorprendente estructura de tejados y, para retroceder en el tiempo, se puede pasear por el borde de la muralla que lo rodea: un momento de gracia en sí mismo. Sin embargo, lo más llamativo será sin duda la impensable torre del homenaje de 43 metros de altura que vigila las estrechas calles. Magníficamente conservada, data de 1371. Para llegar a la cima, hay que subir 197 escalones, ¡pero las vistas merecen la pena! Si le gustan las rarezas, no dude en abrir de un empujón la puerta de la iglesia de la Natividad, que cuenta con una pila de piedra del siglo XV que sigue siendo una obra maestra absoluta. Bassoues es una tierra en la que las leyendas han forjado el urbanismo; la leyenda de su creación data de entre los siglos VII y X, cuando un castro ya dibujaba su encanto. El bosque sigue llevando el nombre de Marsoulès, derivado del dios romano Marte, pero si hay que vincular su historia a un verdadero héroe, es al legendario guerrero franco Fris, que plantó aquí su estandarte en 732. Su épica historia dio origen a una basílica y un alma especial a este pueblo, que ha optado por combinar un pasado flamígero con un entorno encantador para dar vida a ambos.

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