Como Collonges, la ciudad está construida en piedra roja. Son las mismas canteras, situadas en las pendientes norte de la ciudad, que han abastecido a estas ciudades medievales de arenisca permitidas, pero en Meyssac el rojo de arenisca dispara al color vinícola. Es una pequeña ciudad activa, desde el siglo IX, y atractiva en medio de un paisaje en el que las plantaciones de aquitainas (maíz, tabaco, vid y sobre todo noyer) son posibles gracias al clima. Pero son sus ferias las que han hecho su reputación. El origen de estas ferias se remonta a la Edad Media. En aquel entonces, eran la riqueza económica de la ciudad. Allí se encontraba vino de país, cáñamo, lino, cereales y aceite de nueces. Durante mucho tiempo, las colinas circundantes estaban cubiertas de viñedos. Afectados por la filoxera entre 1880 y 1883, desaparecieron casi por completo y dejaron a trufos, muy prósperos en los años veinte. Dado que el maná se ha tardado poco a poco, nos dirigimos a la ganadería. En la actualidad, las ferias de Meyssac (únicas supervivientes con las de Brive y de Hiat) están especializadas en la venta de terneros bajo la madre que, además, se benefician de la denominación "ternera de Meyssac". Se dedican tres ferias anuales primadas. Fuera, se celebra una feria los 2 o y 4 viernes de cada mes y el mercado se celebra los martes y viernes por la mañana. En Meyssac, entre otras cosas, se fabrican productos de aseo Sothys.

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