Según la leyenda, el pueblo toma su nombre de los antiguos prados floridos que antaño salpicaban su territorio, de ahí su nombre derivado de "flor embolsada". Ciudad verde y alejada de los grandes ejes de tráfico, preserva con gran acierto su patrimonio y lo promociona durante eventos de convivencia como las Floralies du printemps. En el centro histórico del pueblo, varios elementos le dan el carácter típico de los pueblos del sur de Francia: calles estrechas, plazas, una torre... También conserva algunos vestigios de su pasado lejano, como el molino del Duque de Uzès, del siglo XIII, la iglesia de Saint-Jean-Baptiste, del siglo XII, las residencias de los siglos XV a XVIII y las ventanas góticas que jalonan varias fachadas de la plaza de la República. En el exterior, la ciudad ha conservado una fuerte vocación vitícola, sus producciones se descubren en Vinipolis, un polo enoturístico particularmente activo de la región.

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