El pueblo tiene mucho encanto, con su horno, sus lavaderos y sus capillitas diseminadas por sus cuatro aldeas. Ville-di-Paraso y sus aldeas (Rustu, Olivacce, Querci y San Roccu), aferradas desde hace siglos a su peñasco rocoso, están plantadas de majestuosos árboles centenarios: pinos piñoneros, palmeras, cedros del Líbano, olivos y eucaliptos. El pueblo, su iglesia parroquial barroca, San Simone, y su soberbio campanario fueron inmortalizados por el pintor Utrillo, en un cuadro que hoy puede verse en el Museo del Prado de Madrid. Un remanso de paz donde el tiempo parece haberse detenido

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