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John Muir Memorial au Parc national de Yosemite © Harmony Gerber - Shutterstock.Com.jpg

Los primeros soñadores

Desde los conquistadores del siglo XVI, que creían haber descubierto la isla donde se encontraría una de las famosas ciudades del oro, hasta la fiebre del oro del siglo XIX, la fantasía de hacerse rico parece inseparable de California. Mark Twain (1835-1910) escribió en À la dure un relato humorístico del viaje que hizo con su hermano, de cómo él mismo estuvo a punto de sucumbir a la fiebre y de cómo luego estuvo a punto de ahogarse en el lago Mono. Este relato semiautobiográfico se publicó en 1872, cuatro años antes de que el joven escocés se enamorara perdidamente de una artista casada y madre de dos hijos, diez años mayor que él, a la que dejó para reunirse en California pese a la oposición formal de su familia. Robert Louis Stevenson (1850-1894) y Fanny Osbourne acabaron casándose el 19 de mayo de 1880 en San Francisco... y pasaron su luna de miel en una mina de plata en desuso de Calistoga. Esta es la historia que describiría en The Silverado Road, un fresco del Estado Dorado en la época de los mineros del oro.
Mientras unos sueñan con la riqueza y otros con el amor, un hombre atraviesa Sierra Nevada con una obsesión: preservar la naturaleza. El empeño de John Muir (1838-1914), a quien se le ocurrió crear el Parque Nacional de Yosemite, se encuentra en Un Été dans la Sierra o L'Appel du sauvage, Célébrations de la nature, así como en la biografía que de él escribió Alexis Jenni, publicada por Paulsen en 2020: Podría haberme hecho millonario, pero elegí ser un vagabundo.

El final del siglo XIX fue decididamente fértil, con el nacimiento en San Francisco, el 12 de enero de 1876, de John Griffith Chaney, más conocido por su seudónimo Jack London. Su carrera literaria parecía condensar todos los sueños de sus mayores en una sola palabra: aventura. Una juventud caótica le llevó a la carretera cuando aún no había cumplido los 16 años, y le siguieron tantos viajes como libros. Aunque Croc-Blanc impresionó a los escolares y Martin Eden, su autobiografía novelada, a los adultos, su obra es inmensa. Recorrió el camino con vagabundos, mineros del oro de Klondike, huelguistas, pescadores de perlas o ballenas... Una pluma ágil que sólo su temprana muerte, a los 40 años, detendría.

Hacia la novela negra

Con un toque de romanticismo, podríamos imaginar a Jack London pasando la antorcha a un escritor igualmente eminente que nació con el siglo en Salinas. La América de John Steinbeck sería muy distinta de la de sus predecesores. Y sin embargo, si la época de los pioneros había terminado decididamente, la de los vagabundos continuaba, como demuestra su gran obra, Las uvas de la ira, en la que evoca la Gran Depresión y a los aparceros que huían de Oklahoma y su terrible sequía, con la esperanza de encontrar en California algo con lo que sobrevivir. Cualquiera que haya leído a Steinbeck (1902-1968) sabe que sus escritos nunca son insignificantes: es de los que impresionan y comprometen, ya sea a través del humor, como en Tortillat Flat, Rue de la Sardine y su continuación Tendre Jeudi, o de la emoción, como en Des Souris et des hommes y À l'est d'Éden. Este talento poco común le valió el Premio Nobel de Literatura en 1962.
A principios delsiglo XX también se encendieron las luces de los estudios de Hollywood. Algunos encontraron allí la fama, otros, como Tennessee Williams, se quedaron en el camino. Intentó colocar allí su primera obra, The Glass Menagerie, y finalmente decidió adaptarla al teatro, con un éxito que le auguró una gran carrera (y dos premios Pulitzer). Sin embargo, aunque el sol de Hollywood brillaba con fuerza, Los Ángeles no podía ocultar sus rincones más oscuros, que a su vez inspiraron a los escritores a dedicarse a un género concreto, la novela negra. Por ejemplo, El halcón maltés, publicada por primera vez en forma de folletín en la revista Black Mask entre 1929 y 1930. Nacido en Baltimore en 1894, Dashiell Hammett se basó en su propia experiencia como detective privado para dar vida a Sam Spade, interpretado en la pantalla por Humphrey Bogart en 1941. Esta novela ejercería una innegable influencia sobre Raymond Chandler (1888-1959), que publicó en Máscara negra pero no alcanzó la fama hasta los 50 años con El gran sueño, una oscura historia de chantaje resuelta por otro detective privado, Philip Marlowe, que hacía su primera aparición -pero que volvería en numerosas novelas y otros tantos relatos cortos, que se descubrirán en su totalidad en El problema es mío. Y no hay que olvidar mencionar a Edward Bunker. Tres manzanas alto en los albores de los años 40 -nació el 31 de diciembre de 1933 en Hollywood-, ya era un habitual de los reformatorios. Sin darse cuenta, estaba acumulando material (además de problemas) que luego reutilizaría en sus libros, entre ellos el clásico No hay bestia tanferoz.
Por aquel entonces, un hombre vagaba por las calles de Los Ángeles en busca de otro trabajo, una aventura romántica o la fama que había venido a buscar diez años antes, abandonando Colorado, donde había nacido en 1909. En 1938, John Fante consiguió por fin publicar su primera novela, Bandini, llamada así por su doble literario, cuyas aventuras seguirían en El camino a Los Ángeles y Sueños de Bunker Hill -ambas publicadas post-mortem- y, sobre todo, en Pregúntale al polvo(publicada por 10-18), su obra maestra que le consagró en 1939. Al inventar el personaje del "magnífico perdedor", sensible pero algo bravucón, Fante influiría sin duda en la generación venidera, y sin duda en Charles Bukowski, novelista pintoresco, alcohólico confeso con un sentido del humor debonair, que nació en 1920 en Alemania y murió en 1994 en San Pedro. Bukowski escribió una obra indomable -Memorias de un viejo repugnante, Pulp, Factotum, etc.- y dejó un recuerdo imborrable. - Y dejó una huella imborrable en Bernard Pivot, que tuvo la temeridad de invitarle a aparecer en Apostrophes en 1978..

Renacimiento y Generación Beat

En el otro extremo de la Costa Oeste, San Francisco vivió un auténtico "Renacimiento" en los años de posguerra, impulsado por los poetas. Aunque sus nombres no nos resulten familiares -y su obra rara vez, o nunca, se traduce-, Madeline Gleason, Kenneth Rexroth y Jack Spicer estuvieron en el centro de esta efervescencia, que se tradujo en la fundación de un Gremio, publicaciones, un festival, la creación de la galería de arte "6"... Pero en realidad fueron una editorial y una librería las que se convertirían en legendarias. City Lights Booksellers & Publishers fue fundada en 1953 por Peter D. Martin y rápidamente adquirida por el poeta Lawrence Ferlinghetti, cuyos diarios de viaje se publicaron bajo el título La Vie Vagabonde. Tres años más tarde, Ferlinghetti decidió publicar Howl, un poema de Allen Ginsberg (1926-1997), lo que de nuevo les valió una demanda por obscenidad. No importaba: había nacido la Generación Beat. Al año siguiente, en 1957, Jack Kerouac (1922-1969) consiguió por fin que se publicara en Nueva York On the Road, un texto semiautobiográfico que había ido reelaborando a petición de los editores, que temían ser demandados. En 1959, William S. Burroughs publicó en París La fiesta desnuda. Tres hombres, tres libros seminales, unidos por la figura casi mítica de Neal Cassady (1926-1968), un adicto a los coches -y a las drogas- que viajaba constantemente de Nueva York a San Francisco, llevándose a sus amigos a su paso, su libertad y su suave locura. Sería inútil intentar nombrar a la miríada de autores asociados de un modo u otro a la Generación Beat, pero es esencial señalar que fue de ella de donde surgió el movimiento hippy y su revolución sexual (muy a pesar de Kerouac). Esta nueva era será documentada por la periodista Joan Didion, nacida en Sacramento en 1934 -algunas de cuyas crónicas se encuentran en L'Amérique- y también por Eve Babitz (1943-2021), musa de la contracultura, que se leerá en Points : En tenue d'Ève, Sex & Rage...
Si se le conoce como "el último de los Beats", Richard Brautigan establece la conexión con otro lugar emblemático de los años 50 y 60, mencionado en el título de su primer libro(Un Général sudiste de Big Sur, 1964). Aunque no le atrajo, el escritor se resarció en 1967 con La pesca de la trucha en América. Big Sur es un tramo de costa de 140 km entre San Francisco y Santa María. Este territorio bastante indómito fue el hogar de varios escritores, entre ellos el neoyorquino Henry Miller (1891-1980), cuya trilogía Sexus, Plexus y Nexus también sacudió las cosas. Hunter S. Thompson, inventor del periodismo gonzo, y Aldous Huxley, que mostró un lado completamente distinto en Las puertas de la percepción y su famosa distopía Un mundo feliz.

Una tierra de éxito

Philip K. Dick (1928-1982), que pasó la mayor parte de su vida en California, es inclasificable, pero es imposible no mencionarle. Pasó la mayor parte de su vida en California, donde escribió dos novelas que sobresalen de su vasta producción de ciencia ficción -Ubik, The Master of the High Castle, etc.-, a saber, Confesiones de un loco y Radio libre Albano. - Se trata de Confesiones de un loco y Radio libre Albemuth, interesantes pasarelas para quienes quieran conocerlo antes de explorar sus universos.
A lo largo de las décadas, la Costa Oeste ha seguido siendo generosa al dar a luz a escritores que merecen todos ser conocidos. Es un placer leer a Don Carpenter (1931-1995) en Cambourakis, que ha hecho un buen trabajo reeditando susobras (Un dernier verre au bar sans nom, Sale temps pour les braves, La Promo 49, etc.), así como el superventas de Jim Dodge L'Oiseau canadèche. Dan Fante (hijo de John, nacido en 1944 y fallecido en 2015) ha sido publicado por Points(Régime sec, La Tête hors de l'eau, Limousines blanches et blondes platine). En un género más oscuro, James Ellroy, nacido en 1948 en Los Ángeles, es una lectura obligada. No sólo por La Dalia Negra , que narra un sórdido asesinato ocurrido en su ciudad natal en 1947, sino también por L.A. Confidential, Mi lado oscuro y su trilogía Underworld USA. La obra de Bret Easton Ellis también es inmensa(Less than Zero, Glamorama, Lunar Park...). Aunque optó por abandonar Los Ángeles, su bestseller American Psycho se hace eco de la novela The Demon de Hubert Selby Jr (1928-2004), que decidió instalarse allí. En conclusión, apenas hace falta mencionar los numerosos volúmenes de las Crónicas de San Francisco de Armistead Maupin, tan maravillosamente captan la esencia de la vida californiana.