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Dólmenes, menhires y estelas: el megalitismo corso

Los megalitos son monumentos prehistóricos compuestos por piedras macizas aisladas, como los menhires, o dispuestas formando grupos, como los dólmenes. Este fenómeno apareció en Córcega ya con los primeros asentamientos humanos y se desarrolló especialmente durante el II milenio a.C., sobre todo en Sartène, en la meseta de Cauria. La estrella de este yacimiento es el dolmen de Fontanaccia: con 2,60 m de largo y 1,80 m de alto, pesa más de 15 toneladas y es el megalito más conocido y mejor conservado de la isla.

Los dólmenes (también llamados tole, stazzone o casarone) son conocidos en el sur de Córcega como la "mesa del pecado" o la "fragua del Diablo". Un buen ejemplo se encuentra en el municipio de Santo-Pietro-di-Tenda: el dolmen de Monte-Revincu. Las alineaciones de menhires (stantare, petre arriti, pile, petre longhe, colonne) se conocen popularmente como cimiteri d'i Turchi o d'i Mori (cementerios de los turcos o de los moros). Tras un breve paseo por el campo, se puede admirar un grupo representativo en el Col de Pinzu, en Vergine.

La isla también cuenta con varios estatu-menhires, es decir, piedras con representaciones en sus caras, algo que algunos investigadores afirman que es exclusivo de la isla. A diferencia de otros megalitos, éstos se consideran positivos y a veces incluso protectores. Buen ejemplo de ello es Filitosa, uno de los yacimientos megalíticos más famosos de la isla. Ocupado durante más de cinco milenios, este yacimiento es testigo de las diversas ocupaciones humanas desde el Neolítico hasta la Edad Media.

Cucuruzzu, testigo de la Edad de Bronce y de la Edad Media

Cucuruzzu es un yacimiento monumental de la Edad de Bronce (2º-1º milenio a.C.) situado a 700 metros de altitud en la meseta de Levie, en la región de Alta Rocca. Restaurado en 1991 por el Estado, en la actualidad está abierto al público y es testimonio de una época de la que quedan pocos vestigios. También muestra cómo elementos de distintas épocas pueden coexistir e incluso mezclarse, formando curiosos conjuntos.

Tras un breve paseo por un bosque mediterráneo virgen, llegamos al casteddu de Cucuruzzu, que forma parte de un grupo de una veintena de monumentos similares descubiertos en Córcega (Araghju, Cuntorba, Foce et Balestra, Torre, Tapp, etc.). Estos edificios, que eran a la vez refugios y graneros comunales, servían de puestos de control territorial. A pocos metros del casteddu de Cucuruzzu se encuentra la fortificación de Capula, un edificio medieval a cuyos pies se ha reutilizado una estatua de menhir en la mampostería medieval.

A unos 7 km del yacimiento arqueológico, el Museo de l'Alta Rocca reúne colecciones procedentes de excavaciones realizadas en el yacimiento y en otros lugares de la región. Aquí podrá descubrir objetos de culturas que se han sucedido desde el VIII milenio a.C. hasta la Edad Media, así como uno de los restos humanos más antiguos de Córcega: la Dama de Bonifacio, o "decana de los corsos".

Aleria y Mariana, ciudades antiguas

Alelia fue fundada por los focenses en el año 565 a.C. y luego tomada por los romanos en el 259 a.C., cuando se convirtió en Aleria, aunque los restos atestiguan una ocupación humana que se remonta al VI milenio a.C. Junto con Mariana, es uno de los mayores asentamientos romanos de la isla. Estas ruinas romanas fueron descritas por primera vez por Prosper Mérimée en 1840, tras su viaje de inspección a Córcega. Pero no fue hasta la década de 1950 cuando se llevaron a cabo las primeras excavaciones importantes, durante las cuales se desenterraron el foro y parte de la ciudad. Hoy podemos admirar también dos templos, dos termas y más de diez cisternas. También se pueden ver numerosos objetos procedentes de las excavaciones en el Museo Departamental de Arqueología, situado cerca del yacimiento.

La ciudad de Mariana, en Haute-Corse, es algo más reciente: fue fundada en el siglo I a.C. por el general Cayo Mario. Situada en la costa oriental de la isla, era un punto estratégico para el control de las rutas comerciales marítimas y servía de interfaz con el interior. La ciudad ocupaba una superficie de unas veinte hectáreas y se extendía por todo un territorio que comprendía cementerios, dos necrópolis (Murotondo-Palazzetto e I Ponti), asentamientos agrícolas en el municipio de Lucciana y una zona portuaria en la desembocadura del río Golo. Las ruinas que se pueden ver hoy en día, que datan de los siglos I, II y III d.C., están situadas al sur de la catedral de Canonica. Representan alrededor de una décima parte de la antigua ciudad y se extienden a ambos lados de una calzada que formaba parte del plano ortonormal característico de las ciudades romanas. Los suelos de algunas de las viviendas más notables están adornados con bellos mosaicos. Junto al parque arqueológico se abrirá próximamente un museo que albergará las colecciones de objetos descubiertos durante las excavaciones.

La arqueología corsa, un campo del futuro

La riqueza actual de Córcega en términos de arqueología sugiere que nos esperan muchas otras sorpresas. Con cada nuevo programa de desarrollo, nuevos hallazgos salen a la luz. Por ejemplo, a finales de 2019, como parte del trabajo de arqueología preventiva, se desenterró un antiguo sitio en las alturas de Bastia. Esta es una primicia en la aglomeración, tanto más excitante cuanto que son los restos de un período crucial que jugó un papel importante en la historia de la isla, pero del que tenemos poca información: el final del período romano, entre los siglos IV y VI d.C. Consiste en dos unidades de vivienda, una de ellas burguesa, única y muy bien conservada. ¡Se espera que el sitio sea accesible al público algún día!