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Colonización, tradición y Premio Nobel

Probablemente sería simplista decir que los escritores sardos se vieron influidos durante mucho tiempo por las potencias extranjeras que, a su vez, reclamaron la isla e impusieron su cultura, limitándose a imitarlas. Ciertamente, Enzio de Cerdeña (ca. 1224-1272), que también fue rey, se asimiló a la escuela siciliana y utilizó el italiano popular para escribir su obra, mientras que Antonio de Lofraso, poeta del siglo XVI, eligió el castellano para Los diez libros de la fortuna del amor, que terminó en 1573, al igual que Joseph Zatrillas Vico en el siglo siguiente, autor de Engaños y desengaños del amor profano (1688) y Poema heroico al merecido (1696). Sin embargo, del mismo modo que Cerdeña supo hacer convivir las fiestas paganas y la religión católica, la identidad literaria se transmitió por una vía indirecta, la de la tradición oral, particularmente viva en al menos dos formas. La primera es en forma de cuentos transmitidos de generación en generación, que se pueden encontrar en francés en la colección La Porte d 'argent de Lauranne Milliquet, publicada por Slatkine, mientras que la segunda es en forma de gara poetica, justas orales organizadas durante las fiestas patronales, durante las cuales varios poetas compiten improvisando sobre un tema sorteado. Esta práctica fue objeto de un estudio etnológico de Maria Manca, disponible en la Maison des Sciences de l'Homme con el título La Poésie pour répondre au hasard. Nada lo sugería y, sin embargo, el comienzo del siglo XX será testigo de una explosión, Cerdeña, hasta ahora tan discreta en la escena literaria, se pondrá bajo los focos. De hecho, el Premio Nobel de Literatura de 1926 fue concedido a una escritora sarda, Grazia Deledda. Nacida en Nuoro en septiembre de 1871, no estaba realmente destinada a convertirse en novelista, ya que en esta zona remota, casi aislada del mundo, las niñas no solían tener la suerte de poder continuar sus estudios, situación que sus padres remediaron confiando su educación a un pariente. Comenzó a publicar en revistas cuando apenas era mayor de edad, despertando de nuevo la desaprobación popular, que no obstaculizó su vocación, pero la obligó a utilizar seudónimos. Acabó abandonando este mundo restringido -del que aún sentía nostalgia y que no ha dejado de retratar en sus numerosas novelas y relatos- del brazo de su marido, con el que se instaló en Roma, y fue él quien puso en pausa su propia carrera para promover la de su esposa. La obra maestra de Grazia Deledda es sin duda Elias Portolu (1903), que Cambourakis ha tenido la buena idea de reeditar. Trata de un hombre que se enamora de su cuñada y decide entrar en las órdenes como forma de redención, pero cuando su hermano muere, surge un dilema... Explorando los caminos del naturalismo, el escritor se lanzó entonces a explorar los meandros de la psique humana. La muerte le arrebató la vida en 1936, justo cuando había decidido escribir sobre su infancia... ¿Tuvo Deledda influencia en Salvatore Satta, también nacido en Nuoro? En 1975, después de que el hombre, abogado de profesión, exhalara su último suspiro, sus herederos descubrieron un manuscrito, sin duda parcialmente autobiográfico, en el que un narrador hilaba sus recuerdos como tantas memorias amargas. Publicado póstumamente y rechazado inicialmente por la crítica, Il Giorno del giudizio acabó teniendo éxito cuando se reeditó.

Nuevo aliento y nueva ola

La literatura sarda del siglo XX está salpicada de algunos títulos que se ganan el favor del público, y todos ellos tienen un punto en común: Cerdeña. Giuseppe Dessì (1909-1977), que sacó de la biblioteca secreta de su abuelo el deseo de dedicarse a la literatura y que recibió el Premio Strega en 1972 por Paese d'ombre, o Gavino Ledda, nacido en 1938, un pastor analfabeto que aprovechó su servicio militar para acceder a la cultura que le había sido negada. Su autobiografía -Padre Padrone: la educación de un pastor sardo- fue tan influyente que le abrió las puertas de la carrera a la que aspiraba. Y luego hay tres escritores a los que se atribuye haber iniciado lo que se conocería como la Nueva Ola: Salvatore Mannuzzu (1930-2019), Giulio Angioni (1939-2017) y Sergio Atzeni (1952-1995). Si el tercero va a interesarse especialmente por la historia de su país, muy antigua y más reciente, los dos primeros van a iniciar un género que se hará rápidamente popular en Cerdeña: la novela negra. Así, Manuzzu firmará Procedura - adaptada al cine por Antonello Grimaldi bajo el título Un delitto impossibile, en la que un fiscal muere envenenado ante los ojos de su amante. En cuanto a Angioni, en L'Or sarde retrata la desaparición de un niño, que es investigada por el alcalde del pueblo de Fraus. Es en esta brecha donde se precipitarán dos autores que no tendrán dificultad en encontrar en la traducción francesa: Giorge Todde, que tiene un marcado gusto por las atmósferas sangrientas, y Marcello Fois que prefiere las circunvoluciones psicológicas y no dudará en explorar otras vetas novelísticas. Si Cerdeña se utiliza casi sistemáticamente como telón de fondo, el dialecto también ocupa un lugar destacado en esta nueva generación, y algunos de ellos no dudan en poner este vocabulario específico en boca de sus personajes, como Salvatore Niffoi, que también ha sabido inventar el "realismo mágico sardo", o Milena Agus que, aunque haya nacido en Génova, no ha renegado de sus raíces sardas, y que ha decidido enseñar en Cagliari. Mal de pierres es sin duda su obra más conocida, pero en Une saison douce, publicada en 2021, sitúa la acción en un pequeño pueblo de Cerdeña que se enfrenta a la cuestión muy actual de la inmigración. Por último, otra autora, Michela Murgia, en su primera novela, Accabadora (Puntos), ofrece una conmovedora historia de transmisión en la que explora las costumbres de la isla. Su talento se confirma en La Guerre des saints y Leçons pour un jeune fauve, también traducidas por Seuil.