Le château de Combourg, où Chateaubriand a passé une partie de son enfance © JJFarq - Shutterstock.com.jpg

Cuentos y leyendas: una rica tradición oral

El imaginario bretón está lleno de leyendas y seres mágicos. Este folclore hunde sus raíces en la mitología pagana celta, teñida más tarde de religiosidad cristiana.
Entre los protagonistas figuran las hadas y los korrigans, que pueblan fuentes, dólmenes y grutas... A las hadas también les gustan los lagos y los ríos, y a los korriganes, los bosques y los páramos. Por lo general, las hadas son benévolas y están dispuestas a ayudar a los valientes y humildes, pero también pueden ser vengativas y crueles. De gran belleza, saben curar, fabricar oro, cantar maravillosamente y les encanta seducir a los hombres. Los korriganos también pueden ser generosos, pero estos enanos traviesos tienden a gastar bromas desagradables a los humanos, sobre todo si les faltan al respeto.
Otra figura importante, el Ankou, personifica la muerte, un tema que atormenta el imaginario bretón. Ataviado con una larga capa, viaja en un carro chirriante con la guadaña en la mano. Se pueden ver esculturas del Ankou en varias iglesias y osarios, como Ploumiliau y Brasparts.
La más famosa de las leyendas bretonas es sin duda la de la ciudad de Ys, una especie de Atlántida bretona llevada a su perdición por Dahut, la terrible hija del rey Gradlon. El mito artúrico también ocupa un lugar destacado en el imaginario regional. Nacido al otro lado del Canal de la Mancha en la época de las invasiones anglosajonas, fue ampliamente difundido y adoptado en Bretaña. El legendario bosque de Brocéliande está asociado a Paimpont, donde podrá seguir los pasos del Rey Arturo, el caballero Lancelot, el mago Merlín, las hadas Morgane y Viviane... Un mundo por descubrir en el Centre de l'imaginaire arthurien, instalado en el castillo de Comper.
Todas estas tradiciones orales se han perpetuado gracias al trabajo de los folcloristas del siglo XIX. El primero de ellos fue el vizconde de La Villemarqué, que en 1839 publicó Barzaz Breiz, una colección de canciones populares bretonas, obra central del patrimonio literario de la región. Otros le siguieron en la recopilación de cuentos populares: François-Marie Luzel en la Baja Bretaña, Paul Sébillot en la Alta Bretaña y Anatole Le Braz, autor de la famosa Légende de la mort (Leyenda de la muerte), que relata las creencias asociadas a la muerte, muy frecuentes en Bretaña.

Romanticismo y exotismo

En el siglo XIX, durante la época del Romanticismo, Bretaña era terreno fértil para los escritores: sus paisajes de belleza salvaje se prestaban a la contemplación, la melancolía y el misterio, los temas clave de este movimiento artístico. La región, que no había sufrido la revolución industrial y conservaba una cultura original, se consideraba un lugar exótico y pintoresco que explorar. Muchos artistas y escritores viajaron a Bretaña, entre ellos Balzac, George Sand, Jules Michelet y Gustave Flaubert y Maxime Du Camp, que escribió en 1847 Par les champs et les grèves , un relato de sus peregrinaciones por la región.
Bretaña también vio nacer e inspiró al precursor del Romanticismo francés, François-René de Chateaubriand. Nacido en Saint-Malo en 1768, pasó parte de su infancia en el castillo de Combourg, un capítulo de su vida que daría forma a su melancolía. El autor de Mémoires d'outre-tombe está enterrado en la ciudad corsaria, frente al mar: su tumba en el islote de Grand Bé, accesible con marea baja, es un importante lugar de peregrinación literaria, y romántica.
El siglo XIX también vio el auge de los escritores de viajes. Además de las historias que inspiró, Bretaña, abierta al mundo por su fondeadero marítimo, proporcionó algunos grandes nombres en este campo, como Victor Segalen, médico naval fascinado por la cultura china, y Pierre Loti. Este oficial de la marina de Brest publicó numerosos libros inspirados en sus viajes. Pero fue en Bretaña donde extrajo el material para su novela más famosa, Pêcheur d'Islande: publicada en 1886, describe con realismo la dura vida de los pescadores de bacalao de Paimpol.

Panorama Contemporáneo

Entre los grandes escritores bretones del siglo XIX figuran Paul Féval, autor de varias novelas por entregas de gran éxito, el intelectual Ernest Renan y Alfred Jarry, padre delUbu-roi y de la patafísica.
En el siglo XX, en el periodo de entreguerras, el briochino Louis Guilloux se consolidó como un escritor importante, con sus novelas de conciencia social como Le Sang noir. Después de 1945, la literatura no escapó al renacimiento bretón: el poeta y escritor Xavier Grall se convirtió en un ardiente defensor de la causa bretona, mientras que en 1975 Pierre-Jakez Hélias publicó Le Cheval d'orgueil, un relato en gran parte autobiográfico en el que retrata la sociedad campesina de Bigouden enraizada en sus tradiciones. La obra fue ampliamente aclamada y contribuyó a devolver el orgullo a la Bretaña rural. En cuanto a Henri Queffélec, es la Bretaña de los mares y las islas la que se propone describir en sus novelas, con realismo y poesía. El mar también acuna la obra de su hijo Yann, escritor y marino.
Otra gran escritora bretona, Irène Frain, de Lorient, se inspira en parte en su tierra natal. Ganador del Premio Nobel de Literatura en 2008, Jean-Marie Gustave Le Clézio, hijo de una familia bretona emigrada a Mauricio, es otro de una larga lista de escritores de viajes. Como Michel Le Bris, fundador del festival Etonnants Voyageurs de Saint-Malo y paladín de la literatura universal.
Bretaña también tiene sus poetas: Tristan Corbière y Auguste de Villiers de l'Isle-Adam, figuras del simbolismo en el siglo XIX; Eugène Guillevic, uno de los más grandes poetas franceses del siglo XX; Anjela Duval, poeta en lengua bretona de la región de Trégor; Christian Prigent y su obra de protesta; e Yvon Le Men, ganador del premio Goncourt de poesía en 2019.
Por último, pero no por ello menos importante, la región es cuna de numerosos artistas del cómic, encabezados por Jean-Claude Fournier, autor de nueve álbumes Spirou et Fantasio, entre ellos uno dedicado a los Ankou. Su estudio de Rennes ha sido un vivero de jóvenes historietistas, como el guionista Kris, el dibujante Michel Plessix y Emmanuel Lepage, un brillante costarricense que escribe relatos de viajes y cómics con sabor a otras tierras.