La evolución de las estructuras políticas desde 1946

La departamentalización era tan importante para la isla como lo había sido en su momento la abolición de la esclavitud. Esta ley de asimilación, largamente reclamada, que transformó las antiguas colonias (Martinica, Guadalupe, Guayana y Reunión) en departamentos franceses, fue defendida con vigor por Aimé Césaire. Sin embargo, en la práctica, la situación económica y social y la represión de ciertos movimientos políticos dificultaron la aplicación local de la ley. Hubo que esperar hasta 1996 y la aprobación de la ley de igualdad social entre Francia metropolitana y los departamentos de ultramar para que los martiniqueses tuvieran realmente los mismos mecanismos de asistencia social (subsidios, equiparación del salario mínimo de ultramar con el de Francia metropolitana) e igualdad jurídica, política y social con sus homólogos metropolitanos.

Aunque el nuevo estatus tuvo sin duda importancia legislativa, la vida no cambió socialmente hasta la década de 1950, cuando el Caribe experimentaría movimientos migratorios. El Estado no tardó en tomar cartas en el asunto y establecer normativas: en 1961 se creó Bumidom, la Oficina de Migración Departamental a Ultramar. El flujo se aceleró en los años sesenta y se ralentizó en los ochenta: en ese periodo, cerca de 190.000 martiniqueños se marcharon a la Francia metropolitana para trabajar o estudiar. Martinica se vio así privada de gran parte de su juventud, lo que, con el paso de los años, aceleró el envejecimiento demográfico de la isla. Hoy hay 365.000 "domiens" en Francia metropolitana.

Una sola comunidad. En enero de 2010 se celebrará una consulta sobre el estatus de la isla. El referéndum debía determinar la evolución del marco político en el que se sitúa Martinica: conservar el estatus de departamento, tal y como prevé el artículo 73 de la Constitución, o evolucionar hacia una colectividad de ultramar con mayor autonomía al margen de los poderes regios del Estado, tal y como prevé el artículo 74 de la Constitución. Las urnas fueron relativamente claras, con un 79,3% de votantes que dijeron "no" a la transformación del DOM en una comunidad. El pueblo de Martinica votó a favor de la "creación de una colectividad única que ejerza las competencias atribuidas al departamento y a la región". Esta reforma constitucional debería permitir una racionalización de las tareas evitando la "duplicación" y el inevitable solapamiento de competencias entre instituciones. Esto supondrá un ahorro de unos 185 millones de euros gracias a las jubilaciones.

Para Alfred Marie-Jeanne, partidario del "sí", la derrota fue amarga y el candidato independentista tuvo que perder frente a la lista encabezada por Serge Letchimy, firme partidario del artículo 73. Este último se convirtió entonces en el nuevo presidente del Consejo Regional de Martinica. En noviembre de 2015, sin embargo, la situación se invirtió: el pueblo de Martinica, llamado a las urnas para unificar el consejo general y el consejo regional en una única colectividad llamada territorial, depositó su confianza en Alfred Marie-Jeanne, elegido presidente de la Colectividad Territorial de Martinica.

Otro problema político importante para Martinica es la cuestión de la paridad entre hombres y mujeres, ya que las mujeres siguen estando infrarrepresentadas entre los políticos electos. En 2019, el INSEE registró una ligera mejora de la paridad, pero aún queda mucho camino por recorrer para que las mujeres consigan hacerse un hueco en la vida política de Martinica.

Un claro progreso económico y social

La economía martiniquesa se caracteriza por un sector público especialmente desarrollado (casi el 42% de los empleados). Sector número uno en Martinica, con más de un millón de visitantes anuales, el turismo está experimentando actualmente numerosos cambios. El número de visitantes se ha beneficiado en los últimos diez años del renovado interés por los cruceros. Pero las incertidumbres ligadas al contexto actual dejan perplejos a los profesionales.

En comparación con sus vecinos caribeños, Martinica tiene un nivel de vida relativamente alto. La ley de asimilación ha permitido consolidar el marco democrático y ha aportado la estabilidad y la paz necesarias para el progreso social en Martinica. El sistema sanitario parece ser uno de los más eficaces de la región. La esperanza media de vida en Martinica ha aumentado (75 años para los hombres, 81 años para las mujeres), acercándose a la de Francia metropolitana. Lo mismo ocurre con la educación, con una tasa de alfabetización superior al 90%.

El sector de la vivienda ha seguido mejorando, marcado por la reducción de las infraviviendas, sobre todo en los barrios obreros de Fort-de-France. El desarrollo territorial garantiza una infraestructura moderna, ya sea en términos de saneamiento, distribución (electricidad y agua), pero también de comunicación, aeropuerto, puerto, carreteras.

Para favorecer el desarrollo de los departamentos y territorios de ultramar, el Estado ha puesto en marcha una serie de herramientas. Además de las subvenciones concedidas por la Unión Europea en el marco del Fondo Europeo de Desarrollo Económico y Regional (FEDER) y del Fondo Social Europeo (FSE), Martinica se beneficia de medidas específicas como una política aduanera, comercial y fiscal más ventajosa, zonas francas, así como una política de exenciones fiscales cuyo objetivo es fomentar las inversiones en los territorios de ultramar y compensar el sobrecoste de los equipamientos y las dificultades de acceso al crédito en estos territorios.

La agricultura en Martinica

La economía de Martinica lleva la impronta de un pasado colonial profundamente marcado por las actividades agrícolas. Durante mucho tiempo, la isla produjo algodón, tabaco, índigo, especias (canela, pimienta), café y cacao, así como frutas, verduras (dachine, chile, ñame, mandioca) y hortalizas (tomate, melón, pepino). Heredera de este pasado, la isla se enfrenta hoy a una situación bastante paradójica: un sector agrícola desarrollado pero frágil. Aunque la agricultura es uno de los principales contribuyentes a los ingresos de exportación, la cantidad de tierra dedicada a la agricultura disminuye constantemente. Así pues, Martinica depende en casi un 80% de las importaciones exteriores para satisfacer el mercado local. Actualmente, el grueso de la producción agrícola se basa en dos cultivos principales: el plátano y la caña de azúcar, destinados principalmente a la exportación.

El plátano es el principal producto de exportación de la isla y tiene fuertes raíces históricas y culturales. Sin embargo, los productores de plátanos se ven presionados por la competencia de plátanos más baratos procedentes de otros países (el famoso plátano dólar) y por los repetidos ciclones. La agricultura de la isla también tiene que lidiar con el escándalo de la clordecona, un insecticida utilizado a gran escala para combatir el picudo en las plantaciones de plátanos. Prohibido en Estados Unidos desde 1977 y en Francia desde 1989 debido a su toxicidad demostrada, el gobierno francés autorizó sin embargo su uso en Martinica y Guadalupe hasta 1993, provocando la contaminación de un tercio de las tierras agrícolas de Martinica, sobre todo en el noreste de la isla, y de las capas freáticas durante miles de años. Esta molécula, muy persistente en el medio ambiente, podría ser la principal causa de cáncer de próstata en Martinica, que registra la mayor incidencia anual de cáncer de próstata del mundo. Los productores de plátanos decidieron orientarse hacia un cultivo sostenible. Su objetivo era claro: reducir el impacto de este cultivo en otros ecosistemas. En diez años, la industria bananera de Martinica ha logrado reducir en un 75% el uso de productos fitosanitarios.

Después del plátano, la caña de azúcar es el segundo cultivo más importante de Martinica. el 80% de su producción se dedica a la fabricación de ron AOC, y el 20% restante, a la de azúcar. El ron es la principal actividad agroalimentaria de Martinica y el segundo producto de exportación después del plátano. También forma parte de la emergencia de una industria de turismo espirituoso con una fuerte dimensión cultural, ya que las destilerías se han convertido en verdaderos centros de promoción del patrimonio martiniqués.

Nuevas vías. Sin embargo, cada vez se alzan más voces contra el monopolio de estos dos monocultivos. Para remediarlo, los agricultores de Martinica optan por explorar nuevas formas de producir de forma más respetuosa y sostenible, como la permacultura, la agrosilvicultura y la agroecología. Son tradiciones heredadas de la huerta criolla, practicadas por los mayores y que vuelven a ponerse de moda en Martinica.

Del mismo modo, se multiplican las iniciativas que favorecen los circuitos cortos de "lokalvores" (cestas, mercados locales) para incitar a los martiniqués a consumir prioritariamente sus productos, con el menor número posible de intermediarios y, sobre todo, con la posibilidad de conocer directamente a los productores.

En los últimos años también hemos asistido al regreso de nuevos cultivos de alto valor, como el cacao, la vainilla y el café. Estos nuevos sectores representan un importante potencial de crecimiento para el territorio, apoyado por una fuerte demanda internacional.

La agricultura martiniquesa también se beneficia del programa europeo de apoyo a las regiones ultraperiféricas: el POSEI (Programa de Opciones Específicas por la Lejanía y la Insularidad), que forma parte de la Política Agrícola Común (PAC). El primer componente, denominado Régimen Específico de Abastecimiento (REA), tiene por objeto reducir el coste de los insumos. El segundo componente incluye medidas de apoyo a la producción agrícola local (MFPAL) en cuatro sectores: el plátano, el sector de la caña de azúcar-azúcar-ron, el sector animal y la diversificación de la producción vegetal.