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Un sistema económico y político cuya estabilidad se ha visto socavada

Suecia es una monarquía parlamentaria. El Rey Carlos XVI Gustavo, heredero de la familia Bernadotte, es soberano desde 1973. Su papel, que no es político, está definido por la Constitución de1 de enero de 1975 y se limita a funciones simbólicas de representación. El poder político pertenece al Gobierno, cuyo jefe, el Primer Ministro (Statsminister), es nombrado por el Parlamento(Riksdag) en elecciones generales celebradas cada cuatro años. Desde octubre de 2022, y tras dos mandatos socialdemócratas, Ulf Kristersson, líder del partido Moderado, dirige un gobierno de coalición entre los partidos de derechas (Moderados, Demócrata-Cristianos, Liberales), y con el apoyo del partido de extrema derecha Demócratas de Suecia en el Parlamento.

En el plano económico, a pesar de una densidad de población relativamente baja (10,5 millones de habitantes en 2023), Suecia tiene una economía excepcionalmente diversificada. Pocos países de su tamaño pueden presumir de tener sus propias industrias aeronáutica y nuclear, un sector militar-industrial de vanguardia, una industria de telecomunicaciones de alta tecnología y dos poderosos grupos farmacéuticos. Entre las principales empresas suecas figuran la compañía de ingeniería mecánica Asea Brown Boveri (ABB), uno de los mayores grupos electrónicos del mundo desde 1988, el fabricante de electrodomésticos Electrolux, así como Volvo, Saab, Ericsson, AstraZeneca, Ikea, H&M y la plataforma musical en línea Spotify, de éxito internacional. El país es casi autosuficiente en productos agrícolas y muy rico en materias primas (madera, hierro, plomo, cobre, zinc) y energía hidroeléctrica. La pesca está tradicionalmente muy desarrollada, sobre todo en el Mar Báltico, en torno a Gotemburgo, pero en la costa del Mar del Norte hay pesquerías más industriales. En porcentaje del PIB, Suecia figura entre los países líderes del mundo en el sector de la investigación y el desarrollo.

Sin embargo, desde el cuarto trimestre de 2022, el país atraviesa una preocupante recesión económica, entre otras cosas por la guerra de Ucrania, que parece haber golpeado a Suecia con más dureza que a sus vecinos europeos. Esta situación de inestabilidad preocupa mucho al Gobierno.

Un sistema social con la sombra del desempleo sobre él

Suecia tiene uno de los niveles de vida más altos del mundo. No obstante, la tasa de desempleo (7,2 %) sigue siendo problemática, aunque presenta una tendencia a la baja desde 2014. Una vez más, los jóvenes están especialmente expuestos a una crisis de empleo. No obstante, la tasa de empleo de la población en edad de trabajar sigue siendo una de las más altas de Europa (77%). En materia de educación, Suecia utiliza métodos muy vanguardistas basados en el desarrollo infantil. La enseñanza superior es completamente gratuita, no sólo para los suecos, sino también para los estudiantes europeos

El país también está a la vanguardia en cuanto a igualdad laboral y salarial, gracias a un generoso sistema de guarderías y permisos parentales. El Estado proporciona pensiones básicas, ayudas familiares, subsidios de vivienda, subsidios de enfermedad, permisos parentales, subsidios de desempleo, así como asistencia social a las personas con ingresos por debajo del umbral de la pobreza. En el otro extremo del mercado laboral, Suecia ha adoptado un sistema de pensiones por puntos, igual para todos, siguiendo el principio de igualdad que tanto defiende. Estos gastos sólo pueden ser sufragados por el Estado mediante una elevada fiscalidad, siendo la presión fiscal sueca una de las más elevadas del mundo (aunque inferior a la de Francia en los últimos diez años).

El debilitamiento del sistema en los años 90, unido al aumento del desempleo y a las dificultades financieras, provocó una crisis del "modelo sueco". Cuestionado por la eficacia de los servicios prestados, por sus costes y por las tensiones sociales creadas, sobre todo en relación con los grupos desfavorecidos, el modelo conserva sin embargo la confianza general de los suecos y ha sabido adaptarse en los últimos años para responder a la demanda de individualización en una sociedad cada vez más diversificada.

¿Una burbuja inmobiliaria a punto de estallar?

El sector inmobiliario es uno de los mayores riesgos del país, ya que hay muy pocas viviendas disponibles para alquilar. En la capital, la vivienda es tan escasa que el Estado controla ahora la distribución de los pisos, y se tarda una media de nueve años en obtener una vivienda de alquiler controlado, ¡y este plazo aumenta hasta dos décadas en algunos de los barrios más populares! En consecuencia, es habitual que los residentes permanentes de la capital vivan durante años en viviendas subarrendadas o infraalquiladas, una situación que se hace cada vez más insostenible. Por ello, el país lleva varios años intentando controlar la burbuja inmobiliaria y reducir el endeudamiento de los hogares, al tiempo que se plantea la expansión de sus ciudades y la construcción de nuevos barrios para dar cabida a una población urbana creciente.

La ecología, en el centro de las preocupaciones

El éxito económico de Suecia ha ido acompañado de una creciente conciencia medioambiental, personificada por el éxito internacional de la joven ecologista sueca Greta Thunberg. En 25 años, Suecia ha reducido sus emisiones de gases de efecto invernadero en una cuarta parte, tiene el impuesto sobre el carbono más alto del mundo y quiere convertirse en la primera nación neutra en carbono para 2045. Además, el país es líder en clasificación, reciclaje y energía verde. La producción de energía está casi totalmente descarbonizada, repartida entre energía hidráulica, nuclear y eólica. Incluso se produce energía a partir de los residuos recogidos, y sólo de la basura de Estocolmo se obtienen ocho millones de litros de combustible al año: ¡suficiente para que todos los autobuses de la capital funcionen con biogás! El país tiene incluso un exceso de capacidad de incineración de residuos, por lo que tiene que importar residuos de países vecinos para reciclarlos.

Sin embargo, el progreso ecológico del país se ve limitado por el acomodado estilo de vida de los suecos, que consumen demasiado. Por eso han nacido tendencias ecológicas para concienciar a los ciudadanos. Entre las más conocidas está la "flygskam " (vergüenza de volar), un movimiento que está llevando a cada vez más suecos a abandonar el avión en favor de medios de transporte menos contaminantes (sobre todo el tren). Más recientemente, la aparición de la " köpskam " (vergüenza de comprar) está empujando a la sociedad sueca a reflexionar sobre sus pautas de consumo y a cuestionar la industria de la moda.

¿Sociedad perfecta o tensiones identitarias?

Suecia siempre ha tenido una política muy liberal de tolerancia y apertura a la hora de acoger refugiados. Acogió a 81.000 migrantes en 2014 y a 163.000 en 2015. Si se ponen estas cifras a escala poblacional, es la tasa más alta de la Unión Europea. Pero el tema de la inmigración se ha vuelto delicado, ya que las capacidades de integración y alojamiento han llegado a su límite. Esto ha llevado a Suecia a endurecer su legislación en materia de asilo reduciendo el derecho a la reagrupación familiar y limitando la duración de la estancia.

La segregación social es uno de los principales retos a los que se enfrenta el país, ya que poblaciones enteras se agrupan por su origen en determinados barrios y se está produciendo un fenómeno de guetización, sobre todo en las grandes ciudades. Uno puede sorprenderse, por ejemplo, al pasear por Estocolmo, de la falta de mezcla social, que aumenta a medida que uno se aleja del centro de la ciudad hacia los suburbios... Hoy en día, casi el 20% de los habitantes de Suecia han nacido en el extranjero, pero el sistema político tiene dificultades para representarlos e integrarlos. Sin embargo, es difícil hablar de estos temas en el país, ya que a los suecos, por orgullo nacional, les cuesta admitir que también hay racismo en Suecia y que la sociedad no es tan perfecta como parece. Sin embargo, el resultado de las elecciones de 2022, en las que el partido antiinmigración Demócratas Suecos se convirtió en la segunda fuerza del país, es sintomático del creciente temor de una parte de la población a la generosidad de los gobiernos anteriores en materia de inmigración.

La espinosa cuestión del territorio de Sápmi

Desde 1993, los samis están representados por el Parlamento Sami de Suecia, una asamblea consultiva cuyos miembros son elegidos directamente. Sin embargo, esta institución no es suficiente para garantizar a esta población indígena la soberanía sobre su territorio, y los sami tienen que luchar en los tribunales para hacer valer sus derechos sobre la tierra que siempre han habitado. En 2021 se logró una primera victoria en este sentido, ya que el Tribunal Supremo sueco reconoció el derecho de los habitantes del pueblo de Girjas a decidir quién puede cazar y pescar en sus tierras. Esto sugiere una decisión similar para las otras veinticinco aldeas saami de Suecia.

En última instancia, los saami quieren hacerse con la propiedad de una parte de su territorio ancestral, el Sápmi, y poseer esta tierra colectivamente dotándose de fuentes de financiación independientes. Sin embargo, esta tierra, rica en petróleo, gas, minas y pesca, es muy codiciada, y en lugar de aceptar devolverla, Suecia prefiere pagar una indemnización. Además, el país aún no se ha adherido al convenio que reconoce el derecho de los pueblos a poseer las tierras que tradicionalmente ocupan. Socialdemócratas o burgueses, los partidos y los medios de comunicación forman una especie de conspiración de silencio en torno a este tema, y si se intenta hablar de ello con uno de los ciudadanos del país se produce una cierta incomodidad. Por eso los samis han emprendido acciones legales ante los tribunales de Estocolmo y Estrasburgo y ante la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra.