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Parques nacionales y biodiversidad

Islandia cuenta con tres parques nacionales que combinan la conservación del medio ambiente con el acceso público. Están surcados por numerosas rutas de senderismo que harán las delicias de los amantes de la naturaleza y de los amplios espacios abiertos. En cuanto al mar, hay buenas noticias para la caza de ballenas, que pronto podría llegar a su fin definitivamente en Islandia, uno de los tres últimos países balleneros del mundo. Se cree que las razones están relacionadas con la crisis sanitaria, que ha provocado un descenso de las exportaciones, el bajo consumo local de ballenas (principalmente por parte de los turistas), pero también una mayor concienciación medioambiental y una mayor rentabilidad de los viajes de observación de ballenas... que de su caza.

Parque Nacional de Vatnajökull : está situado en el sureste del país y se creó mediante la fusión de dos antiguos parques nacionales (Skaftafell y Jökulsárgljúfur), abarcando el 10% del país. Protege algunos ecosistemas notables: el glaciar y la capa de hielo Vatnajökull, las montañas Skaftafell, la llanura Skeiðarásandur, el cráter Lakagígar, así como los cañones y columnas de basalto de Jökulsárgljúfur.

Parque Nacional de Snaefellsjökull: situado en el extremo occidental del país, entre océanos y montañas, conserva ecosistemas ligados al contexto volcánico y glaciar y alberga numerosas aves. Los paisajes son impresionantes y harán las delicias de los más atrevidos que, con un guía, se lanzarán a escalar el glaciar Snæfellsjökull, célebre en el Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne.

Parque Nacional de Thingvellir : situado en el suroeste del país, en la encrucijada de las placas tectónicas europea y americana, es Patrimonio Mundial de la UNESCO. El parque protege una biodiversidad excepcional, sobre todo en sus ecosistemas lacustres (Þingvallavatn y Thingvellir). También es una zona rica en historia, sede del primer parlamento del mundo.

Del desbroce a la repoblación forestal

Tan pronto como los vikingos se asentaron en la zona, ésta comenzó a ser deforestada para construir y pastorear. En 2015, en el territorio solo quedaba un 0,5% de bosque, una situación que conlleva problemas de erosión del suelo y pérdida de biodiversidad, y no ayuda a luchar contra el cambio climático. En respuesta a esta situación, se han aplicado políticas de reforestación desde la década de 1950. Entre 2015 y 2019, se han replantado más de tres millones de árboles en el país. La repoblación forestal se basa en plantaciones que incluyen especies locales (abedul velloso) pero también especies exógenas como la picea de Sitka o los álamos de Alaska. El cambio climático en curso, con el aumento de las temperaturas, aumentaría el crecimiento de los árboles y, por tanto, constituiría un almacenamiento de carbono más importante.

Cuestiones energéticas y climáticas

El cambio climático amenaza los glaciares de Islandia, como Okjökull, el primer glaciar del país que desaparece en 2019. Se ha colocado una placa conmemorativa en el lugar para llamar la atención sobre la situación climática. Aunque Islandia produce un 100% de energía renovable (geotérmica, hidroeléctrica y eólica) y consume más de un 70% de energía renovable, sigue siendo un gran emisor de gases de efecto invernadero, lejos de los objetivos de neutralidad de carbono a los que se comprometió en el Acuerdo de París. Las emisiones están vinculadas principalmente al sector del transporte. La movilidad en el país depende de los combustibles fósiles (vehículos de motor y aviones). Aunque el país carece de ferrocarriles, cuenta con 98 aeropuertos y numerosas rutas nacionales, por no hablar de los vuelos de turistas de todo el mundo. En 2016, el sector de la aviación fue el mayor emisor del país, con un 33% de las emisiones deCO2. Otros sectores con una importante huella de carbono son el turismo y la industria, la agricultura y la pesca, así como la transformación de alimentos, vinculada a las importaciones. La crisis de 2008 empezó a invertir un poco esta tendencia, poniendo de relieve la necesidad de avanzar hacia la autosuficiencia alimentaria. Desde entonces, hemos asistido al desarrollo de circuitos cortos y locales, "de la granja a la mesa". Otro punto importante es el aumento del consumo energético del país, que debe considerarse en el contexto de las emisiones de gases de efecto invernadero y los límites al uso de energías renovables. La construcción de nuevas presas y pozos de sondeo consume mucha energía y contribuye a la destrucción de los entornos naturales. En 2017 se perforó un pozo experimental muy profundo, THOR. Hay una creciente reacción contra los proyectos de presas, dadas las amenazas que suponen tanto para la biodiversidad como para el turismo. Las exportaciones de residuos (plástico, papel) para su transformación fuera del país contribuyen al aumento del tráfico marítimo y de sus emisiones. Se han tomado medidas concretas para limitar el consumo de combustibles fósiles, como la prohibición de utilizar fuelóleo pesado en los buques a partir de 2020. Además de los efectos nocivos para la salud, las partículas emitidas, al depositarse en los glaciares, contribuyen a acelerar su deshielo. También se han introducido medidas financieras, como el aumento del impuesto sobre el carbono. Islandia, que se ha fijado el objetivo de consumir el 100% de energías renovables de aquí a 2050, también está estudiando el desarrollo del hidrógeno.

Impactos relacionados con la industria del aluminio

Como undécimo productor mundial de aluminio, la región se ve afectada por el impacto medioambiental de esta industria. El proceso de fabricación es muy intensivo en energía y requiere la construcción de presas, con grandes embalses de agua, a menudo construidas en entornos naturales frágiles y ricos en biodiversidad. Los metales utilizados (bauxita) se importan de Europa, Australia o Estados Unidos, y el aluminio producido se exporta a su vez, lo que genera impactos ambientales. Por último, la producción de aluminio provoca una importante contaminación ambiental.