Paisajes idílicos desprovistos de cine
Al igual que sus vecinos, Honduras ha sufrido el abrumador impacto de la industria cinematográfica mexicana, por no hablar del impacto de Hollywood en la región. Abrumadas por las producciones internacionales, las pantallas locales tuvieron poco espacio para los cineastas locales durante la mayor parte del siglo XX, lo que explica la práctica inexistencia de cine hondureño antes de la década de 1980. En 1962, el director Sami Kafati, formado en Roma, rodó en 8 mm Mon ami Angel, un cortometraje experimental que se convertiría en la primera película hondureña de la historia. Kafati prosiguió su carrera como documentalista, colaboró con cineastas chilenos y colombianos y contribuyó a la proyección internacional de Honduras. Murió en 1996, dejando inconcluso su primer largometraje, No hay Tierra sin Dueño. La película se estrenó póstumamente en 2002 y se presentó en la Quincena de Realizadores de Cannes.
Paralelamente a la carrera de Kafati, fue gracias a los esfuerzos de René Pauck, un artista y cineasta francés que llegó a Honduras en 1973, que los primeros cineastas empezaron a hacer documentales y películas sociales a principios de los años ochenta. Pero aquí, como en Nicaragua, la inestabilidad política y los recortes presupuestarios han hecho mella en las iniciativas nacionales de apoyo a la producción. Hasta 2019 no se creó una nueva oficina de cine, con el objetivo de impulsar los proyectos cinematográficos locales. Pero la producción local no se ha paralizado, impulsada por unos pocos espíritus luchadores dispuestos a todo por hacer cine. Entre ellos, Juan Carlo Fanconi, con sus superproducciones Almas de la Media Noche (2002) y El Xendra (2012). Un hito en la historia del cine nacional, Almas de la Media Noche se estrenó en los cines hondureños, marcando la primera vez que una película hondureña se distribuía masivamente en las pantallas del país. El guionista y director Javier Suazo Mejía lleva haciendo cine desde los años ochenta. Sus películas Toque de Queda (2012) y Contes et légendes du Honduras (2014) han tenido un enorme éxito en todo el país. Mientras que la primera tiene como telón de fondo los toques de queda instaurados por el Gobierno tras el intento de golpe de Estado de 2009, la segunda se centra en el folclore local revisitando las leyendas de La Taconuda, El Cadejo, La fiesta de las ánimas y La Sucia. Una historia en cuatro partes adaptada de las radionovelas de Jorge Montenegro, se convirtió rápidamente en uno de los mayores éxitos de taquilla en Honduras. Por último, Katia Lara Pineda, aclamada documentalista que lleva más de cuarenta años haciendo cine, es también una de las principales directoras de Honduras. Se trata de un país que, hoy como ayer, da un lugar de honor a las mujeres cineastas, gracias en particular a la asociación Colectiva de Mujeres Cineastas Hondureñas, muy activa en la formación de jóvenes promesas del cine.
Sin embargo, Honduras sigue teniendo dificultades para atraer producciones internacionales, a pesar de sus paisajes idílicos. Hay que mirar a la pequeña pantalla para encontrar programas que han elegido Honduras como destino recurrente, comoTemptation Island, que ambienta una de sus bochornosas temporadas en los jacuzzis y playas del país. En contraste con estos paraísos arenosos, Honduras también es famosa por sus violentas cárceles, especialmente Danli, que puede verse en el primer episodio de la serie de Netflix Inside the World's Toughest Prisons, un cruce entre reality show y documental muy guionizado, pero escalofriante.